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SI ERES AMANTE DE LA POESÍA EN ESTE LUGAR LA HALLARÁS EN TODAS LAS VERTIENTES QUE LA INSPIRACIÓN ME HA PERMITIDO.

POEMAS A MARÍA

María Santísima en la Resignación de sus Dolores
Llorando entre varales
Excelsa hermosura
               
Aquí está la esclava, hágase según tu voz, y germine la Palabra,  en el fondo del amor, para que mis entrañas sean refugio de Dios.
María Auxiliadora
24 de Mayo
Acólitos



DOLORES DE MARÍA
La profecía de Simeón.
La huida a Egipto.
La pérdida de Jesús.
El encuentro en calle de la Amargura.
La crucifixión.
El descendimiento.
La sepultura.
En la Resignación de sus Dolores
No por ser la Madre de Dios, pudo María sobrellevar sus dolores, sino por ver las cosas desde el plan de Dios y no del de sí misma, o mejor dicho, hizo suyo el plan de Dios. Nosotros debemos hacer lo mismo. La Madre Dolorosa nos echará una mano para ayudarnos.
La devoción a los Dolores de María es fuente de gracias sin número, porque llega a lo profundo del Corazón de Cristo. Si pensamos con frecuencia en los falsos placeres de este mundo, abrazaríamos con paciencia los dolores y sufrimientos de la vida. Nos traspasaría el dolor de los pecados.
La Iglesia nos exhorta a entregarnos sin reservas al amor de María y llevar con paciencia nuestra cruz acompañados de la Madre Dolorosa. Ella quiere de verdad ayudarnos a llevar nuestras cruces diarias, porque fue en el Calvario, donde el Hijo moribundo nos confió el cuidado de su Madre. Fue su última voluntad: que amemos a su Madre como la amó Él.
Mi Auxiliadora
ORACIÓN A MARÍA AUXILIADORA
Santísima Virgen, Madre de Dios, yo aunque indigno pecador, postrado a vuestros pies en presencia de Dios omnipotente, os ofrezco este mi corazón con todos sus afectos. A vos lo consagro y quiero que sea siempre vuestro y de vuestro Hijo Jesús.
Aceptad esta humilde oferta vos que siempre habéis sido la Auxiliadora del pueblo cristiano.
¡Oh! María, refugio de los atribulados, consuelo de los afligidos, ten compasión de la pena que tanto me aflige, del apuro extremo en que me encuentro.
Reina de los cielos, en vuestras manos pongo mi causa. Se bien que en los casos desesperados se muestra más potente vuestra misericordia y nada puede resistir a vuestro poder. Alcanzadme Madre mía la gracia que os pido si es del agrado de mi Dios y Señor. Amén.
Del boletín de la Hermandad
AMOROSA RESIGNACIÓN
La Virgen fue fecundada,
tras el sí de su aceptación,
cuando la figura alada,
pronunció su Anunciación,
Ella quedó ensimismada,
porque no conocía varón,
oyéndole desconcertada,
ser llamada Resignación.
Numerosas fueron sus penas,
más que sus alegrías,
porque Ella fue Nazarena,
cuando en la Cruz lo veía,
era de tribu hebrea,
era la Inmaculada María,
la virtud que hermosea,
a las noches con sus días.
Dos mil años después,
y tras muchos avatares,
acarrea nuestra fe,
con estigmas celestiales,
la que nació en Nazaret,
también está en los altares,
por ser Madre en Jerusalén,
en la tierra y los mares.
En San Pedro la hornacina,
en su pecho el sentimiento,
de que el pecado germina,
sin ningún remordimiento,
aumentando las espinas,
en el cuerpo macilento,
y en la frente divina,
manantial de sus lamentos,
Perpetua belleza,
en tan dolorida expresión,
en su inmensa pureza,
y en su nombre: Resignación,
excelsa Princesa,
y Reina del Creador,
que con suma delicadeza,
Inmaculada la concebió.
Tu virginal alumbramiento,
Esposa del Espíritu Santo,
fue causa de tus tormentos,
y de su gran quebranto,
después del Descendimiento,
y su postrero abrazo,
recuerdas el sufrimiento,
que a tus ojos da llanto.
Lanzas son tus varales,
y bambalinas sudario,
los costeros mares,
en la luz de tu Sagrario,
sus llagas heridas mortales,
en el dolor de su calvario,
y tus lágrimas corales,
que forman mi relicario.
El llanto de Resignación,
cuajan la pena honda,
siete puñales de dolor,
a su corazón alfombran,
palabras de centurión,
a la noche asombran,
al reconocer a Dios,
en el trino de la alondra.
La aurora palidece,
con el sol de su mirada,
y la nieve se oscurece,
ante la pureza de su alma,
la belleza se guarece,
en el fondo de su cara,
y en su pecho florece,
la cruz que nos limpiara.
Ruge la tempestad,
en la roma colina,
en San Pedro igual,
por hermosura divina,
Resignación en su altar,
a la semilla germina,
en el amor a la verdad,
de su corona de espinas.
Colegio Salesiano de Huelva

A MARÍA AUXILIADORA
Rendidos a tus plantas,
venimos mi Auxiliadora,
con un nudo en la garganta
y el corazón sin aurora.
Contrita el alma
en su culpa pecadora,
tanta, que perdió la calma,
por esas sendas traidoras.
Donde se cuajó de espinas
y manchas del pecado,
de tanto ser peregrina
por este o aquel prado.
En las agrestes colinas
por donde se ha abrasado.
o de la oscuridad cautiva,
en su desprecio desaforado.
Pero, también en el corazón
de todos esos terroristas,
que no tienen compasión
de sus inocentes víctimas.
Y matan sin ton ni son,
en el tren, avión o autopista,
que todo vale para el terror
y para mundo tan egoísta.
Por eso, mi gran Señora,
remedia tanta maldad,
que tu grey pecadora
te lo suplica con ansiedad.
Y con amor te implora
en esta gran necesidad,
¡Ayúdanos, mi Auxiliadora
para que el mundo recobre la paz!.
Y se acaben los asesinatos
y sacrificio de inocentes,
que todos nos demos la mano
y el odio, no sea el referente.
De tantos desquiciados,
que se muestran indiferentes,
al condenar al que es hermano,
del Hijo de Dios, Omnipotente.
Por ello, Reina y Señora,
Madre de la Humanidad,
ante esa Cruz Redentora,
que a tu Hijo vio enclavar,
nuestras almas pecadoras,
se postren para rezar,
a Él y a Ti, mi Auxiliadora,
en busca de la Eternidad.
SALVE A NUESTRA SEÑORA DEL CALVARIO
Madre venerada en su Calvario, Dios te Salve.
Ruega por nosotros pecadores,
culpables de sus divinas llagas,
del horror que en tus ojos vaga.
María, por tu manantial cristalino de amores.
Madre venerada en su Calvario, Dios te Salve.
Intercede ante Dios por sus favores,
Tú que en el madero le viste crucificado,
para redimirnos de nuestros pecados.
María, por tu manantial cristalino de amores.
Madre venerada en su Calvario, Dios te Salve.
Te ofrecemos nuestros fervores,
reflejo hermoso de luna,
con el Hijo al que meciste la cuna.
María, por tu manantial cristalino de amores.
Madre venerada en su Calvario, Dios te Salve.
Por tu corazón traspasado de dolores,
danos el fruto de tu vientre nacido,
Tú que le vistes de la Cruz descendido.
María, por tu manantial cristalino de amores.
Madre venerada en su Calvario, Dios te Salve.
Tu cariño en nosotros aflore,
pues somos descendientes de Eva,
para que conozcamos la vida nueva.
María, por tu manantial cristalino de amores.
Madre venerada en su Calvario, Dios te Salve.
Guárdanos en tu corazón de primores,
Madre del Divino Salvador,
Hijo del Padre Creador.
María, por tu manantial cristalino de amores.
No olvides a tus hijos sufridores,
autores del puñal de tu Calvario,
para que nuestras almas sean vuestro Santuario,
Señora calma nuestros temores.
Madre Perpetua en su Calvario, Dios te Salve.
Reina de los cielos
ORACIÓN DE GRACIAS NUESTRA DE LA CINTA
¡Oh!, Madre de la Cinta,
Luna Llena Inmaculada,
de tu fragancia impregnada,
surca mi alma tu brisa.
Hoy llega hasta tus plantas,
dolorosa y contrita,
porque Virgen Chiquita,
se olvidó de tus llamadas.
Tú, que eres Virgen poderosa
y Nueva Arca de la Alianza,
sostén y esperanza,
para mi vida procelosa.
En el mar de tu templanza,
Santísima Virgen Gloriosa,
sumérgela gozosa,
que el fuego me la abrasa.
Por tener las manos vacías,
de amor y gratitud,
a sabiendas de que Jesús
dijo: he ahí, a tu Madre María.
Ojalá pudieras Tú,
limpiarme las felonías,
esas que todos los días,
lo enclavan a la cruz.
Te imploro tu cinta sujete,
a mi innoble corazón,
y para no causar más dolor,
junto al tuyo lo aprietes.
¡Oh!, Madre del Redentor,
él es como el cohete,
que mucho ruido mete...
explota y se acabó.
Por ello Virgen Chiquita,
apiádate de él,
y deja te sea escabel
en tu Gloria infinita.
Déjame poder ver,
esa tu cara bonita,
Virgencita de la Cinta,
al estar ante Javéth.
Y hasta que llegue esa hora,
guárdalo bajo tu manto,
ese que desea tanto
más, que la luz de la aurora.
Oye mi atribulado llanto,
¡Oh!, dulcísima Señora,
Madre y Virgen Corredentora,
por llenarte de quebranto.
En Pozo del Camino
PLEGARIA A MARÍA AUXILIADORA
Dios te salve, Auxiliadora:
Hija del Padre Eterno,
Corazón Inmaculado,
líbranos del Averno,
nosotros que hemos pecado.
María Auxiliadora,
por la llaga de su costado.
Dios te salve, Auxiliadora:
Esposa del Espíritu Santo
y Madre del Hijo de la Verdad,
ampáranos bajo tu manto,
y guía nuestro caminar.
María Auxiliadora,
no nos vayáis a olvidar.
Dios te salve, Auxiliadora:
Madre de la Obra Salesiana,
y protectora del desvalido,
Nuestra Reina soberana,
y el faro de nuestros sentidos,
María Auxiliadora,
sin él, vagamos perdidos.
Dios te salve, Auxiliadora:
Por la ventura de tu talle,
y amor misericordioso,
ayúdanos a recorrer el valle,
y muéstranos a tu Hijo Glorioso.
María Auxiliadora,
danos ese tu corazón primoroso.
Dios te salve, Auxiliadora:
Socorre nuestra alma impura,
y aléjala de sus tormentos,
para que recobre la cordura,
y terminen sus sufrimientos.
María Auxiliadora,
escúchale sus lamentos.
Dios te salve, Auxiliadora:
Al llegar la hora de la muerte,
y el alma vuele al cielo,
sé con ella indulgente,
cuando esté ante el Padre Eterno.
María Auxiliadora,
primavera en crudo invierno.
Dolores de María
SALVE A NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES
Bienaventurada en el dolor, Dios te Salve.
Tú que por el Padre fuiste elegida,
para ser Madre de su Hijo,
y desde la Cruz así Él te dijo,
María, que tus dolores nos ampare la vida.
Bienaventurada en el dolor, Dios te Salve.
Tú que sin pecado fuiste concebida,
acuérdate de éstos tus hijos pecadores,
e intercede por nuestros muchos errores,
María, que tus dolores nos ampare la vida.
Bienaventurada en el dolor, Dios te Salve.
Aléjanos de la senda confundida,
y muéstranos el verdadero camino,
que nos lleve hasta el Cordero Divino,
María, que tus dolores nos ampare la vida.
Bienaventurada en el dolor, Dios te Salve.
Por la sangre que manó de sus heridas,
y el agua que brotó de su costado,
muéstranos a tu Hijo resucitado,
María, que tus dolores nos ampare la vida.
Bienaventurada en el dolor, Dios te Salve.
Que cojamos esas tus manos tendidas,
para cumplir nuestro destino,
alimentados de su pan y con su vino,
María, que tus dolores nos ampare la vida.
Bienaventurada en el dolor, Dios te Salve.
Por la bondad de tu alma dolorida,
y el amor de esos tus ojos llorosos,
danos el fruto de tu vientre venturoso,
María, que tus dolores nos ampare la vida.
Que por los dolores de tu corazón,
conozcamos la Luz de su Calvario,
para que no olvidemos su sudario,
ni la ventura de su resurrección.
María, que tus dolores nos ampare la vida.
Lágrimas por sus Llagas
SALVE A MARÍA SANTÍSIMA EN LA RESIGNACIÓN DE SUS DOLORES
Bienaventurada en la Resignación, Dios te Salve.
Mi amor nunca te falle,
vida plena de dulzura,
rostro lleno de amargura,
María, en tu Resignación Dios nos halle.
Bienaventurada en la Resignación, Dios te Salve.
Ayúdanos a recorrer este valle,
nosotros que de Eva hemos descendido,
por el Hijo de tu vientre nacido,
María, en tu Resignación Dios nos halle.
Bienaventurada en la Resignación, Dios te Salve.
Que tu amor yo siempre halle,
sed protectora de mi alma,
para que mi corazón tenga calma,
María, en tu Resignación Dios nos halle.
Bienaventurada en la Resignación, Dios te Salve.
Para que su voz nunca calle,
vuelve esos tus ojos llorosos,
para que veamos a tu Hijo misericordioso,
María, en tu Resignación Dios nos halle.
Bienaventurada en la Resignación, Dios te Salve.
Por la ventura de tu talle,
muéstranos a Jesús,
descendido de la Cruz,
María, en tu Resignación Dios nos halle.
Bienaventurada en la Resignación, Dios te Salve.
Que mi fervor muy alto ralle,
para merecer las promesas de Cristo,
y morar con tu Hijo Jesucristo,
María, en tu Resignación Dios nos halle.
Que la Resignación de tus Dolores,
nos lleve a la vida futura,
para gozar la Gloria Pura,
acuérdate de tus hijos pecadores.
Bienaventurada en la Resignación, Dios te Salve.
Tras de su Hijo
ASUNCIÓN DE MARÍA
Cuando María llegó al cielo,
cuál sería su reacción,
aunque primero es lo primero:
el momento de su Asunción.
Al elevarse su cuerpo,
¿entre nubes y sol?,
se alejó de lo terreno
volando hacia Dios.
Si para llegar hasta él,
tuvo que surcar los aires,
ese momento cómo fue,
hasta verse ante el Padre.
¿El viento rozaría su piel,
cómo sería ese instante
y el cielo cómo es,
cómo será de grande?.
Porque Ella era mujer,
mujer de hueso y carne,
y por sus venas también,
corría cálida la sangre.
Luego después,
cuando al cielo llegase,
y cruzara su dintel:
¿cómo sería ese instante?.
Cómo recibiría la corona
y cómo su investidura,
de Reina de la Gloria
y también de la ternura.
Mi mente no razona
y torpe es mi escritura,
pero a la tierra abandona,
sin conocer la sepultura.
Cuál sería su mirada,
al contemplar todo aquello;
qué sentiría su alma,
ante espectáculo tan bello;
El Padre la esperaba,
también su Hijo el Maestro,
que en sus sienes colocaban,
la corona del Universo.
Tercer domingo de Agosto

UN MILAGROSO SUCESO
Por las marismas del Odiel,
un camino discurría,
perdiéndose en la lejanía,
de la huelva del ayer.
Un zapatero lo recorría,
una, otra y otra vez,
Juan se llamaba él
y con un burrito lo hacía.
Por el camino de Gibraleón,
el mismo era conocido,
y siempre lo había recorrido,
ajeno a cualquier temor.
Un día medio dormido,
del animal se cayó,
porque un fuerte dolor,
dejóle muy aturdido.
Tirado en el duro suelo,
a Santa María se encomendó,
por su inmenso fervor
a la Reina de los cielos.
Su mano con algo tropezó,
algo que produjo su consuelo,
un cinto más bien pequeño,
que al cogerlo lo sanó.
Se lo puso en la cintura,
sintiéndose muy feliz,
cuando creía morir,
de tan espesa amargura.
De nuevo volvió a sonreír,
al contemplar las alturas,
porque la hermosa Llena Luna,
lo miraba desde allí.
Aún estaba nervioso,
cuando llegó a su casa,
donde a su mujer abraza,
tan feliz como gozoso.
Lucía le pregunta: qué te pasa.
El responde: algo maravilloso,
he visto el bello rostro,
de la Virgen inmaculada.
Con gesto de incrédula sorpresa,
Lucía, su mujer, lo mira,
mientras Juan suspira
al recordar a la Pureza.
Créeme lo que te diga,
observa mi cintura presa,
por un cinto que la aprieta
y que no es de esta vida.
En el suelo dolorido,
yo me encontraba
y al cielo imploraba,
a punto de perder los sentidos.
Un cinto me encontraba,
estando ya casi aturdido,
cuando me dijo un susurro al oído:
póntelo, que el dolor se te pasa.
Lo que digo es verdad
y por Dios que lo juro,
aún no estaba oscuro,
pues quedaba luz solar.
Por eso sobre un muro
a la Virgen he de pintar,
para poderla venerar,
porque, era Ella y no lo dudo.
De este modo comenzó,
la devoción a la Virgen de la Cinta,
desde que Pedro Pablo la pinta,
pues su oficio era el de pintor.
Construyeron una pequeña Ermita,
blanquísima la edificación,
para culto y honor,
de la hoy Virgen Chiquita.
Pero no hablo del ahora
sino del año cuatrocientos,
de aquel gran momento
en que se nos apareció la Aurora.
Sobre el azul del firmamento,
la Cinta Nuestra Señora,
Nuestra Madre Corredentora,
María, Estrella, Sol y Fundamento.
Luto de una Madre
ACABÓSE
Acabóse la crucifixión,
brumas del Viernes Santo,
se ha enfriado el sol,
con vapores de llanto,
reina la desolación,
impera el quebranto,
y murmura Resignación,
al viento su desencanto.
 Sombras del Calvario,
son regueros sangrientos,
que manchan el sudario,
tras su Descendimiento.
Señora del Calvario,
a tu Hijo observas muerto,
y un frío lapidario,
recorre su inerte cuerpo.
Espejos de luna,
reflejan tu horror,
hermosa criatura,
resignada en tu dolor,
contemplando la figura,
que en tu vientre anidó,
y espera la sepultura,
porque su vida se acabó
.
María Santísima Madre de la Gracia

MARÍA SANTÍSIMA MADRE DE LA GRACIA
Gracias Madre y Señora,
a Vos y la Providencia,
por esa excelsa aurora
que tu corazón entrega.
El Hijo al que adoras,
muerto es en tu presencia
y al que hoy le lloras
con el cadáver en tus piernas.
De luto tus vestidos,
pero blanquísimo el corazón,
tremendamente dolorido
por el Hijo de tu Anunciación.
Ese al que has parido
y de niño se perdió,
y por ti nos ha redimido,
dándonos la Salvación.
Hoy en santo sudario
yace junto a tu vera,
grabado cual relicario
en tu alma nazarena.
La cruz de sus agravios
tras tu espalda confiesa:
astillas son sagrarios,
camino de la vida eterna.
La noche cuaja el llanto,
en tu carita de pena,
viendo el sudario santo,
con la sangre de sus venas.
Que causas son del quebranto
que a tu alma enervan,
sin que rostrillo o manto
María, anulen la contingencia.
Una llaga en el costado,
cuatro en manos y pies,
eso es lo que ha quedado
del que es Rey de Israel.
Al que verás glorificado,
pasados tres días, tres,
y ahora vas a enterrarlo
hasta el nuevo amanecer.


Nuestra Señora de los Ángeles

NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES
Hay volteos de campanas,
ángeles las están tocando,
La del cielo Soberana,
a su gracia está llamando,
de su carita emanan,
amor, dulzura y encanto,
para su gente huelvana,
a la que ofrece su manto.
De ángeles la flor,
para Huelva dulzura,
de los niños el amor,
de todos la Virgen pura,
que es la Madre de Dios,
dice la Sagrada Escritura,
para Ella nuestra devoción,
cincuenta años ha que dura,
Y que sean muchos más,
tantos como Tú quieras,
Señora de nuestro altar,
hasta vernos a tu vera,
y con tus ángeles estar,
y el Hijo que nos dieras,
fruto de tu virginidad,
y de la Luz verdadera.
El cielo llorar quería,
porque tardabas en salir,
y sus lágrimas contenía,
al ver tu palio venir,
la tarde se oscurecía,
y la noche fue gentil,
porque todos sabían,
quién estaba allí.
La de ángeles Señora,
la Virgen Inmaculada,
la Madre Corredentora,
entre varales llevada,
el crepúsculo y la aurora,
con su cara sonrosada,
y expresión que nos devora,
¡Ay!, Madre Bienaventurada.
La música suena,
tus bambalinas se agitan,
ante tu carita serena,
serena y tan rebonita,
viene la Luna llena,
con una belleza exquisita,
con una carita sin pena,
y de una gracia infinita.
Cara aún más hermosa,
porque Tú has decidido,
que unas manos primorosas,
sientan tu cutis florido,
y vayas esplendorosa,
con tu blanco vestido,
en esa salida gozosa,
por los años transcurridos.
¡Ay!, azucena choquera.
¡Ay!, morena samaritana,
eterno jardín de primavera,
hermoso sol de la mañana,
pura y fresca ribera,
de una nave capitana,
en la que Dios pusiera,
tu trono de filigranas.
Con ropas de majestad,
entre blancas mantillas,
la tarde ve pasar,
pasar esa maravilla,
desde el palio al costal,
del faldón a la toquilla,
y esa faz sin igual,
de la frente a la barbilla.
La noche se funde ya,
al templo ha regresado,
se aquieta el varal,
el cirio han apagado,
Ella a solas está,
todo se ha terminado,
pero habrá otra levantá,
habrá otro día soñado.
María Santísima del Rosario

MARÍA SANTÍSIMA DEL ROSARIO
Domingo de alegrías,
y perfumes de incensario,
de amor y pleitesía,
a María Santísima del Rosario,
mostrando la Eucaristía,
y el suceso extraordinario,
que reproduce la cofradía,
porque es su relicario.
Tintinean sus varales,
como campanillas de viento,
como cuentas de corales,
en el mar de sus lamentos,
impulsando vendavales,
el dolor de sus adentros,
y ondulando los trigales,
las olas de sus tormentos.
Entre pan de Santa Cena,
y vino de consagración,
va tu cara nazarena,
cerrando la procesión,
cara de Luna Llena,
en senderos de comunión,
presagiando la condena,
que aguarda a su corazón.
Cuentas de rosarios,
tus varales sostienen,
como muestra del relicario,
que tu pecho contiene,
y de ese sagrario,
que a tu alma mantiene,
y que lleva al sudario,
al Hijo que te precede.
Se enrojece su manto,
con tonos de aurora,
reflejo del encanto,
que luce la Señora,
el palio otro tanto,
a la luz atesora,
para limpiarle el llanto,
que como a Ella, nos devora.
Domingo de Ramos,
de anhelos dormidos,
rodeada de hermanos,
que pierden los sentidos,
cuando cruzas el vano,
en tu trono florido,
buscando las manos,
del Hijo de Dios Vivo.
Nuestra Señora de la Paz

NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ
La noche desaparece,
porque Tú has salido,
y el día palidece,
al sol lo has oscurecido,
tu palio ensombrece,
al copo que ha caído,
en colinas agrestes,
y no se ha derretido.
Níveo es el manto,
palio y caídas,
explosivo el encanto,
de su cara entristecida,
rota por el desencanto,
y llevando prendida,
la espada del quebranto,
la espada de la vida.
La espalda desnudan,
a tu Hijo Jesús,
y tu cara se demuda,
en el suelo está la cruz,
la realidad es cruda,
bien lo sabes Tú,
pues tu alma suda,
la sangre de la Luz.
Nuestra Señora de la Paz,
blanco satén moreno,
trasluce tu caminar,
un dolor muy sereno,
sayones van a quitar,
la túnica al Nazareno,
y no puedes evitar,
que tu alma sea un trueno.
Laso queda tu varal,
y quieta la bambalina,
ya nada es igual,
el camino se termina,
y le sigues detrás,
en pos de la colina,
donde lo van a crucificar,
con la luz vespertina.
Tus ojos se cierran,
por tanto dolor,
y el alma se te quiebra,
como también el corazón,
tus ojos conservan,
un llanto desgarrador,
y se abre la tierra,
al apagarse su voz.

María Santísima del Dulce Nombre
MARÍA SANTÍSIMA DEL DULCE NOMBRE EN SU MAYOR AFLICCIÓN
Dulce es tu Nombre, Señora
y tu aflicción muy grande,
el dolor te devora,
porque de Cristo eres Madre.
La cruz que lleva ahora,
te ha enervado la sangre,
Tú que eres Corredentora,
consolarte no puede nadie.
El llanto moja tu cara,
y el dolor rompe tu pecho,
Santa Madre Inmaculada,
la muerte viene a su acecho.
El Hijo que tu amas,
delante va un corto trecho
e inclinas la mirada,
por la cercanía del Hecho.
Él nos dio la Redención,
y Tú nos lo diste a Él,
porque en la Anunciación,
sí, dijiste a Javéth.
Hoy vives el horror,
de que tu pecho sea rehén,
de esa cruz de inmolación,
donde Jesús va a fallecer.
El dolor cuaja tu llanto,
su agonía te desespera,
y quisieras que tu manto,
taponase a la Calavera.
Alicaído tu encanto,
por las calles de Huelva,
paseando los agravios,
que a tu alma la enerva.
En tu Mayor Aflicción,
Señora del Dulce Nombre,
hoy se pondrá el sol,
cuando muera Dios Hombre,
dándonos la Redención,
aunque a alguno asombre,
que ganara nuestro perdón,
por el pecado de los hombres.
Nuestra Señora de los Dolores

NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES (EL PERDÓN)
Qué piensas, Madre mía,
que tus ojos no levantas,
¡oh!, dulcísima María,
Santa de entre las Santas.
Quizás no entendías,
esto que a tu Hijo pasa,
cómo siendo Mesías,
a una cruz te lo clavan.
Su cuerpo ya sin vida,
en tu pecho es una espada,
de tan profunda herida,
que por ella se derrama.
Esa sangre tan querida,
esa sangre de tus entrañas,
amorosamente vertida,
por lo mucho que nos ama.
Pero sigues mirando al suelo,
mi dulcísima Señora,
ya se ha rasgado el velo,
porque llegó la hora. 
Muerto sobre el madero,
tu Hijo está ahora,
siendo el Rey del cielo
y crisol de la aurora.
Dónde tienes la mirada,
y tus ojos qué contemplan,
si por el suelo vagan,
por tan terrible afrenta.
Esas tus manos delicadas,
de sufrimiento van abiertas,
y de dolores traspasada,
en el paso se te contempla.
Rojo llevas el manto,
e inclinada la cabeza,
ahíta por los quebrantos,
cuando sales de la iglesia.
Anegada en el llanto,
de tu virginal pureza,
a causa del gran espanto,
que a tu alma le acecha.
Siete puñales son,
siete dagas muy finas,
las que lleva tu corazón,
y entrañas tan purísimas.
Rota por el dolor,
de agudísimas espinas,
junto al Cristo del Perdón,
en la cruz que lo asesinan.
Señora de los Dolores,
de lirio llevas la cara,
reflejo de los horrores,
que te robaron la calma.
Por tantos sinsabores,
y lágrimas derramadas,
oyendo esos extertores,
que en tu pecho se clavan.
En la cruz llevan muerto,
al Cristo del Perdón,
que antes oró en el huerto
y después se le enclavó.
Fueron pecados nuestros,
fueron y también lo son,
los que crucificaron al Maestro,
Mesías e Hijo de Dios.
María S. Madre de la Misericordia

MARÍA SANTÍSIMA MADRE DE LA MISERICORDIA
¿Dónde estabas, María?,
aquella noche a deshoras,
cuando sudores se convertían,
en sangre purificadora.
Y los romanos en tropelía,
con sus ansias vengadoras,
cautivarlo pretendían,
¡Madre de la Misericordia!.
¿Dónde estabas, María?,
en esa terrible hora,
oscurecido ya el día,
pero lejana aún la aurora.
Y a tu Hijo le ponían,
esas huestes traidoras,
el cordón de tu agonía,
¡Madre de la Misericordia!.
¿Dónde estabas, María?,
cuando la impúdica boca,
Maestro le decía,
en la intriga acusatoria.
Mientras soldados reían
y la noche iba loca,
preñada de malvasía,
¡Madre de la Misericordia!.
¿Dónde estabas, María?,
cuando chusma tan traidora,
de tu Hijo se reía,
y el Judas le provoca.
Sabiendo como sabían,
que era inocente, Señora,
contéstame, Madre mía
y ¡Virgen de la Misericordia!.
Aunque sabemos, María,
que de sufrimientos vas rota,
aún sabiendo como sabías,
que cautiverio no es derrota.
Porque el Hijo que nos parías,
vino a traernos la Gloria,
desde tu aceptación, ¡María,
y Virgen de la Misericordia!.
María Santísima del Amor

MARÍA SANTÍSIMA DEL AMOR
La noche se hace clamor,
cuando la calle se encrespa,
María Santísima del Amor,
está subiendo la cuesta,
hay tinieblas en el sol,
las estrellas hacen su apuesta,
y la oscuridad es resplandor,
que los varales le prestan.
Espléndida chicotá,
en busca de las alturas,
Huelva la espera allá,
en su radiante hermosura,
siendo proceloso mar,
sobre costeros de locura,
en olas de inmensidad,
que sus orillas procuran.
Rostro de amarga pena,
reflejo de tu desconsuelo,
con esa belleza serena,
que emana del mismo cielo,
tras la senda nazarena,
del hombre con el madero,
tras el Señor de las Penas,
el Hijo de tus desvelos.
En el suelo su rodilla,
y el horror en tu mirada,
por la cabeza que se humilla,
y que de espinas va coronada,
sobre la tuya toquilla,
de nuestro amor repujada,
por ser aquella chiquilla,
que por el ángel fue anunciada.
Santísima del Amor,
y por su amor inmaculada,
y por ser Madre de Dios,
de sus penas agobiada,
penas en tu corazón
tormento de luna clara,
desgarrado de dolor,
por el puñal que lo traspasara.
Amor de Dolorosa,
viendo sus tres caídas,
y tu cara tan primorosa,
se te ha puesto encendida,
porque las espinas de la rosa,
en su frente van prendidas,
poniéndotela ojerosa,
porque temes por su vida.
María Santísima del Rocío y Esperanza

MARÍA SANTÍSIMA DEL ROCÍO Y ESPERANZA
Rocío de la mañana,
sus lágrimas ardientes,
en cara crispada,
y de gesto doliente,
esperanza de enamorada,
en su amor penitente,
por la cruz entregada,
al que nació de su viente.
Bajo palio de cajón,
pasea su tristeza,
con puñales de traición,
en su pecho de pureza,
luciendo esplendor,
de inmaculada belleza,
tras Calvario de dolor,
que al suyo se asemeja.
Silencios de agonía,
pululan sus varales,
y al palio ceñían,
caireles mortales,
en silente Cofradía,
de aromas espirituales,
tachonando a porfía,
sus antiguos costales.
Con cejas fruncidas,
camina desesperada,
y pestañas humedecidas,
por lágrimas cristalizadas,
su hermosura dolorida,
y alma angustiada,
son esperanza de vida,
y rocío de alborada.
Entre hábitos marrones,
y música de capilla,
esparto en cinturones,
y calzado de hebilla,
palpitan corazones,
de gente sencilla,
que tras los morriones,
sus vidas humillan.
Por causar el dolor,
que a sus ojos da llanto,
y llenar su corazón,
de penas y quebrantos,
mustiando el color,
por el desencanto,
en su rostro de primor,
Calvario de su manto.
Nuestra Señora de la Salud

NUESTRA SEÑORA DE LA SALUD
Apresúrate Nuestra Señora,
que la puerta ya se ha abierto,
y maldita sea la hora,
en ella he visto al Maestro.
He visto su túnica roja,
y he oído gritar al pueblo,
y a uno que desenrolla,
un papiro muy siniestro.
Han leído una sentencia,
creo, que decía algo de cruz,
pero rugía tanto la concurrencia,
que hería tan insana acritud.
Muchas eran las exigencias,
de esa innoble multitud,
tantas que no tendría conciencia,
si no temiese por Padre Jesús.
Pero, no camines tan ligera,
que no puedo hacerlo como Tú,
ya me pesan las piernas
y a penas distingo la luz.
¡Oh!, mi dulce nazarena,
Nuestra Señora de la Salud,
mi alma llora de pena,
llora por Padre Jesús.
Mira que han condenado,
condenado, a tu Niño Enmanuel,
ha muerte lo han sentenciado,
lee, lee ese papel.
Fíjate en esas sus manos,
mira los ojos de Él,
por qué le dan tan cruel trato,
por qué, por qué, por qué.
¡Ay!, de la Salud Señora,
nuestra, mía, de ese o aquel,
la pena y el dolor te devoran,
la sentencia a crucifixión es.
Llegará esa terrorífica hora,
en que la muerte le den,
dulce manantial de la aurora,
virginal esposa y mujer.
Nuestra Señora de los Dolores

NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES(LANZADA)
Los esteros de la ría,
sus aguas están dejando,
sale su Cofradía,
y la Señora sigue llorando,
el trono en que la veían,
lleva su palio volando,
y sus aguas van a porfía,
por consolarle su llanto.
Varales de agua clara,
palidecen a su vera,
porque lleva en la cara,
un dolor que desespera,
bajo presea de filigrana,
y colores de azucenas,
va la Reina Soberana,
angustiada por su pena.
Señora de los Dolores,
hermosa flor mañanera,
verte produce clamores,
en una Huelva que espera,
a tu trono de primores,
por balcones y aceras,
para darte sus amores,
porque todos te veneran.
El Viernes de Dolores,
preludio de la Pasión,
caminas entre fervores,
y entre inmensa devoción,
rodeada de corazones,
martirizados por el dolor,
de verte sin colores,
por morir tu Concepción.
La tarde del Martes Santo,
sigues la horrible señal,
que a tus ojos da llanto,
y a tu pecho da puñal,
llevas azul el manto,
y quebranto en el mirar,
donde se refleja el espanto,
que enturbia tu caminar.
Transido va tu corazón,
y el alma llevas dolorida,
viendo cómo tu Anunciación,
acaba de perder la vida,
su costado es desesperación,
y los clavos son tus heridas,
el fruto de tu afirmación,
sobre la cruz está prendida.
María Santísima del Patrocinio

MARÍA SANTÍSIMA DEL PATROCINIO
Brilla un acero,
bajo luz mortecina,
cerca del Nazareno,
coronado de espinas,
sin mirar el madero,
una mujer adivina,
el lanzazo certero,
que produjo herida divina.
Patrocinio se desespera,
así se llama la Mujer,
también Ella es Nazarena,
ante el sangriento acontecer,
sus manos están llenas,
de sangre y de hiel,
por una esponja traicionera,
que le dieron a beber.
Sus ojos retienen,
el horror de la lanzada,
doliéndole hasta las sienes,
porque no pudo evitarla,
su alma se muere,
de dolores empedrada,
y sus llagas le duelen,
mezclada de sangre y agua.
La noche es sombría,
no silva el viento,
afligida está María,
su Patrocinio son tormentos,
su corazón repetía,
y también sus pensamientos,
se muere el Mesías,
se mueren mis adentros.
Todos se han ido,
sola la han dejado,
su pecho afligido,
llora acongojado.
Llaman Longino,
al cruel soldado,
que al suelo ha caído,
viendo su pecado.
Se abren tus labios,
brotando un suspiro,
son tantos agravios,
como ellos esquivos,
nadie es sabio,
pero, cuál es el motivo,
¿son tan extraordinarios,
para perder los estribos?.
Nuestra Señora del Valle

NUESTRA SEÑORA DEL VALLE
Se oscurece el día,
y la tempestad se desata,
pero camina María,
bajo crestería de plata,
el valle recorría,
en pos de la reata,
que para su Hijo traían,
y que en un madero matan.
Oscuro y tenebroso,
es su recorrido,
recto o sinuoso,
en su pecho dolorido,
la sangre del glorioso,
le nublan los sentidos,
y el recuerdo gozoso
de que Ella, lo ha parido.
Caminando tras de Él,
en la cruz clavado,
viendo su sangre verter,
por las llagas y el costado,
aumentando el padecer,
de su pecho inmaculado,
al verle lacerada la piel,
de golpes que le han dado.
Esparto en la cintura,
escoltan su dolor,
ya se cumplió la Escritura,
y murió el Redentor,
ya es noche oscura,
y el llanto desgarrador,
el valle es espesura,
en la Madre del Salvador.
El viento trae sonidos,
que huelen a soledad,
y el aire se ha adormecido,
contemplando a la Verdad,
la sangre que ha vertido,
enerva su caminar,
y en su pecho se ha prendido,
el puñal de la maldad.
Nuestra Señora del Valle,
espejo de hermosa luna,
llevas sangrando el talle,
sin esperanza alguna,
tras verlo en la calle,
y recordarlo en la cuna,
con la cruz de nuestro valle,
la cruz de nuestra fortuna.
María Santísima del Refugio
MARÍA SANTÍSIMA DEL REFUGIO
Santísimo es el refugio,
de tu seno inmaculado,
tras el anuncio,
de que sería fecundado,
para ser preludio,
del hecho anunciado,
y para que un mundo sucio,
pudiera ser salvado.
Surcos de dolor,
hieren tu alma,
al comprobar la Pasión,
que roba tu calma,
agitándote el corazón,
como el viento la palma,
por el peso abrumador,
que dobla su espalda.
Verde es tu manto,
y el palio también,
amargo el llanto,
más que la misma hiel,
viendo el abrazo,
que la cruz da a su piel,
camino del cadalso,
para tu padecer.
Refugio de Jesús,
y amparo del pecador,
doliéndote la cruz,
que lleva el Redentor,
el Hijo de la Luz,
tu Hijo Salvador,
que proclama la virtud,
sobre un mundo traidor.
Te duelen los ojos,
viéndole caminar,
rodeado de abrojos,
y de tanta maldad,
su cuerpo va roto,
y tu alma igual,
y tu rostro primoroso,
no deja de llorar.
Su Pasión encadena,
tu alma al madero,
y gimes de pena,
con gran desespero,
la cruz condena,
al Rey de los cielos,
y a ti Luna Llena,
te marca el sendero.
María Santísima de la Estrella

MARÍA SANTÍSIMA DE LA ESTRELLA
La noche es cerrada,
de luz muy oscura,
ni siquiera un lámpara,
ilumina su amura.
En la barriada,
hay quien procura,
levantar el ancla,
para encontrar su figura.
De súbito en el firmamento,
con rutilante brillo,
y un fulgor intenso,
surge blanquísimo lirio,
que se abaja al huerto,
para intentar su alivio,
a Jesús del Prendimiento,
en su incipiente martirio.
Su nombre es Estrella,
la concepción inmaculada,
más hermosa y bella
que la luz de la alborada.
Virginal doncella,
por ángel anunciada,
que por fin llega
hasta su barriada.
Hermosura serena,
refleja su cara,
e infinita pena,
a través de sus lágrimas,
ante esa escena,
grabada en su alma,
igual que la cuerda,
en las manos que apresaran.
Inclinada de dolor,
su excelsa cabeza,
gimiendo su voz,
en callada queja.
Madre de Dios,
Santísima Estrella,
Reina de la devoción,
que el Carmen te profesa.
María Santísima de la Victoria
MARÍA SANTÍSIMA DE LA VICTORIA
Pétalos de jazmín,
y fragancia de azucena,
entre esmeralda y rubí,
viene la Luna Llena,
flor del mes de abril,
marchita por la pena,
sol, lucero y candil,
en mi Virgen nazarena.
En varales de fantasía,
y manto repujado,
con azul del mediodía,
y de espléndidos bordados,
manantial de Alejandría,
amapola en los sembrados,
orgullo de Andalucía,
sobre trigales dorados.
Pasión del Barrio Obrero,
con sus gentes a porfía,
con las del Matadero,
cuando va de recogida,
rodeados sus costeros,
de amor y pleitesía,
desde la corona al colero,
del gloria a la candelería.
Caireles enamorados,
de azules bambalinas,
bajo palio bordado,
para imagen tan divina,
Polvorín abarrotado,
por calles y esquinas,
esperando alborozado,
al nardo que los aglutina.
Suspiros de fervor,
produce al pasar,
y la calle es clamor,
mirando su Majestad,
mecida con amor,
o aquietado su varal,
es la Madre de Dios,
es la Reina del lugar.
Victoria te llaman,
Victoria te quiero,
y el alma se inflama,
con la Reina del Cielo,
y todos proclaman,
qué hermoso lucero,
al crisol de la llama,
del buen cofradiero.
María Santísima del Mayor Dolor

MARÍA SANTÍSIMA DEL MAYOR DOLOR
Tu Hijo va a expirar,
y estalla tu corazón,
nada puedes evitar,
Virgen del Mayor Dolor,
su vida se va a terminar,
ya llega la expiración,
todo se va a consumar,
ya Madre te llamó.
Tú lo miras a Él,
a través de tus lágrimas,
y lo haces sin ver,
igual que las ánimas,
pronto va a fallecer,
y ellas se vuelven ácidas,
su muerte va a acontecer,
y esta no será plácida.
Sus ojos miran al cielo,
los tuyos quisieras cerrar,
y lo bajas al suelo,
para no verlo expirar,
no tienes consuelo,
ni lágrimas que derramar,
y tus ojos están secos,
de tanto y tanto llorar.
Recuerdas la Anunciación, 
y lo que el ángel decía,
que el Hijo de Dios,
en tu vientre anidaría,
pero no te anunció,
que llegaría el día,
que sentirías el horror,
de ver como moría.
Y ese día llegó,
ya es presente,
como tu Mayor Dolor,
en corazón y vientre,
hay nubes en el sol,
y tu alma se resiente,
rebosante de horror,
igual que lleno recipiente.
Se nubla tu visión,
se muere la tarde,
tu Inmaculado corazón,
como fuego arde,
oyes su estertor,
y la llamada al Padre,
tu eres el Mayor Dolor,
y por ello su Madre.
Nuestra Señora de la Esperanza
NUESTRA SEÑORA DE LA ESPERANZA
La mañana se levanta,
con la aurora a tus pies,
y sus efluvios alcanza,
a quien te ama y te ve,
Virgen de la Esperanza,
tibio jardín del Edén,
brisa del mar en bonanza,
y misterio del atardecer.
Luna de espuma blanca,
moreno rostro de satén,
olas que el mar levanta,
para hacer tu escabel,
verde trigal en calma,
susurros del amanecer,
qué dicha nos alcanza,
cuando miramos tu sien.
Corona de pedrería,
en ella te van a poner,
pero tú ya la tenías,
de cariño y nuestra fe,
manantial del mediodía,
querubín de Nazaret,
por Hija te escogería,
nuestro Dios de Israel.
Palio verde primavera,
el manto también lo es,
Tú serás la primera,
en lucir sobre tu piel,
no en fecha cualquiera,
que ya se sabe el mes,
el día ya se escogiera,
de junio será el tres.
Coronada en tu dolor,
Huelva lo ha de ver,
rodeada de fervor,
y de su gente también,
cuánto honor
y orgullo ha de tener,
quien corone tu corazón,
¡ay!, quien pudiera ser.
Lucero de la mañana,
capitán de tu bajel,
al repique de campanas,
llegará a acontecer,
coronada por soberana,
a orillas del río Odiel,
y esta gente huelvana,
te formará el dosel.
Virgen de la Esperanza,
Madre en su Expiración,
mi mente se desplaza,
y te llamo Resignación,
y tampoco se cansa,
en deciros Madre de Dios,
no es que haya semejanza,
sois la misma las dos.
Nuestra Madre y Señora de los Dolores

NUESTRA MADRE Y SEÑORA DE LOS DOLORES
Virtuosos Dolores,
recorren la noche larga,
mustiando las flores,
ante su pena amarga,
tornando sus colores,
del lúcido al malva,
secuestrando sus olores,
como viento en calma.
Cabecean sus varales,
agitando las bambalinas,
muere la tarde,
el palio camina,
llora la Madre,
como nadie imagina,
también a los costales,
su llanto los ilumina.
Manto de orfebrería,
de rojo colorido,
y palio de fantasía,
sobre varales ceñido,
bajo él refulgía,
su rostro descolorido,
por la pena que tenía,
su corazón encogido.
Rumores le llegan,
de un Huerto de Olivos,
tachonado de estrellas,
y de cáliz votivo,
una profunda huella,
tiene a su pecho cautivo,
que a su alma sella,
con profundo suspiro.
Le agobia la pena,
por ver arrodillada,
la figura nazarena,
que en el Huerto es besada,
enjambre de colmena,
rompen la madrugada,
que aún resuenan,
en el fondo de su alma.
Madre y Señora,
Reina dolorida,
el dolor te devora,
¡ay! Madre querida,
la pena te ahoga,
con lágrimas rendidas,
por el Hijo que adoras,
y que va a perder la vida.
María Santísima de la Concepción
MARÍA SANTÍSIMA DE LA CONCEPCIÓN
Tristes son sus pensamientos,
y más triste aún su corazón,
pues al llegar el momento,
no procesiona la Concepción.
Para nosotros tormentos,
y para Ella decepción,
al quedarse en el templo,
sin hacer la Estación.
Su Hijo sale muerto,
y Ella no va con Él,
su dolor es tan intenso,
que no lo puede contener,
la Iglesia en silencio,
otra vez Jerusalén,
ahora no hay desprecio,
pero vuelve a suceder.
Se lo acaban de llevar,
y Ella sola queda,
retorna la oscuridad,
otra vez son tinieblas,
y vuelven a cerrar,
de nuevo la puerta,
ya van a colocar,
en el hueco la piedra.
Misericordia Señor,
no me dejéis aquí,
quiero ir en procesión,
cuando vayas Tú a ir,
Hijo de mi Concepción,
infinito adalid,
perpetuo es mi amor,
tanto al Padre como a Ti.
La sombra de tu cruz,
de mi se ha alejado,
pero pienso que Tú,
querrías te hubiera acompañado.
Encended una luz,
hasta que haya regresado,
mi Niño Jesús,
mi Niño crucificado.
Yo soy la Concepción,
y la Madre del Mesías,
ayudadme por favor,
para ir en su Cofradía,
y ver la Resurrección,
al cabo de tres días,
solitario tengo el corazón,
y también el alma mía.
Madre de Consolación
NUESTRA MADRE DE CONSOLACIÓN Y CORREA EN SUS DOLORES
En sus ojos reflejados,
sudario y madero,
nada más en el Calvario,
que la cruz y su desespero,
su pecho está arrasado,
y su corazón prisionero,
sola la han dejado,
con su llanto misionero.
Eres consolación,
de justos y pecadores,
y Madre del sufridor,
por tu correa de dolores,
sales en procesión,
mostrando los horrores,
que anegan tu corazón,
de llanto y desazones.
Miras la cruz vacía,
donde ya no está Él,
agustiniana tu Cofradía,
en un Convento de fe,
tu alma se cubría, 
de la sangre de su piel,
y los clavos que veías,
abandonados a tus pies.
Ojos desencajados,
y mirada ausente,
en rostro desesperado,
con palidez de muerte,
nadie va a su lado,
todos están ausentes,
su Hijo han crucificado,
y Ella no puede verle.
Al momento de la Asunción,
de tu cintura cayó la correa,
Santo Tomás la recogió,
de dolor estaba llena,
la clausura la veneró,
con tanto amor y entrega,
que al mundo causó,
una profunda huella.
Madre de Consolación,
dolores de tu pecho,
correa en tu corazón,
por la consumación del Hecho,
a tu hermosa Concepción,
mira lo que le han hecho,
buena muerte nos dé Dios,
tu Hijo no tuvo eso.
María Santísima de los Dolores
MARÍA SANTÍSIMA DE LOS DOLORES(LOS JUDÍOS)
Sus pies han encadenado,
como a ti el corazón,
en la piedra lo han sentado,
azotado sin remisión,
las manos le han atado,
preludiando el dolor,
que a tu rostro ha mojado,
con lágrimas de su pasión.
Llena de dolores,
caminas tras tu Hijo,
conociendo los horrores,
que Simeón te predijo,
escuchando los clamores,
del pueblo que lo maldijo,
y que causan tus temores,
que también él te lo dijo.
Siete duros puñales,
llevas sobre tu pecho,
y entre doce varales,
contemplas el hecho,
el llanto a raudales,
tu rostro ha deshecho,
deseando Buen Viaje,
para tu Hijo maltrecho.
Santísima en el dolor,
Santísima e Inmaculada,
marchitándosete la flor,
en la hermosura de tu cara,
siguiendo al Señor,
con la espalda encorvada,
notándosete el temblor,
en tu cara convulsionada.
Enmudece la Catedral,
la noche y la aurora,
para no molestar,
el llanto de la Señora,
viendo encadenar,
a los pies que adora,
que no son de criminal,
sino de la fe salvadora.
Rodeas la Merced,
y suspiran las palmeras,
ya es atardecer,
allá en la Calavera,
y fluyen por tu piel,
y de que manera,
el amargor de la hiel,
que a tu alma sobrecogiera.
María Santísima de la Amargura

MARÍA SANTÍSIMA DE LA AMARGURA
Lirio de color moreno,
es tu cara de amargura,
siguiendo al Nazareno,
de moradas vestiduras,
encarnado en tu seno,
según las escrituras,
con un dolor sereno,
rayano en la locura.
Al lado de San Juan,
que muestra el camino,
donde van castigar,
al Hijo peregrino,
y observas el caminar,
del Cordero Divino,
llorando tras el varal,
por tanto desatino.
La noche te acompaña,
el sol te viene a ver,
y tu visión se empaña,
mirando al amanecer,
el Hijo de tus entrañas,
morirá al atardecer,
y tus lágrimas te dañan,
por no poderlas retener.
Y palidece al aurora,
al mirar tu semblante,
la pasión te devora,
pero sigues adelante,
y tu alma implora,
de manera constante,
que al llegar la hora,
tu corazón aguante.
Termina el sendero,
la calle se acaba,
pronto del madero,
serás su esclava,
un quejido lastimero,
el viento llevaba,
que rasgando el cielo,
a tus labios regresaba.
Tu pena es infinita,
Señora de la Amargura,
pero qué rebonita,
y cuánta dulzura,
en tu cara marchita,
cuajada de ternura,
que a las almas agita,
al contemplar tu figura.
Nuestra Señora de la Caridad

NUESTRA SEÑORA DE LA CARIDAD
Cuando la tarde se inclina
y el velo se desmorona,
llorando entre bambalinas
camina Nuestra Señora.
Que sobren dura colina,
el alma se la aprisionan,
y al Hijo se lo asesinan,
siendo Luz de la Aurora.
Son lágrimas de desespero,
las de tus ojos llenos,
de astillas del madero,
ancladas sobre tu pecho.
Porque al Divino Cordero
y fruto del Sí Eterno,
carece hoy de aliento
al haber matado su cuerpo.
Sin que llegues a comprender,
de dónde tanta indignidad,
siendo el Hijo de Yaveth
y el Rey de la Humanidad.
Por qué maneras tan cruel,
Señora de la Caridad,
Nuestra por designios de Él,
al que Tú, viniste a aceptar.
Palio de doce varales
contemplan hoy tu dolor,
y al pecho siete puñales
que te desgarran el corazón.
Con Viaplana en la calle
gimiendo por la aflicción,
que cuajan heridas mortales
sangrantes de tanto horror.
Señora de la Caridad,
Madre del Dios Eterno,
ante ti vengo a implorar,
perdones mis desaciertos.
Estos que te hacen llorar
e hicieron morir al Maestro,
por Él, otórgame tu Caridad
a sabiendas, no la merezco.

Resignación de sus Dolores
RESIGNACIÓN LE HABLA:
Mucho ha deambulado,
a lo largo de su vida,
a luchas se ha enfrentado,
perdiendo las partidas,
pensaba estar acabado,
sin esperanza en la vida,
todos le daban de lado,
como a la fruta podrida.
Cual junco le doblaba,
la furia de los vientos,
más y más se tronchaba,
a pesar de sus esfuerzos,
la voluntad le faltaba,
e inútil eran sus intentos,
de volver a donde estaba,
de volver a sus comienzos.
Sus pasos le llevaron,
a la iglesia un buen día,
sus ojos la miraron,
comprobando que sufría,
y sus lágrimas rodaron,
mientras su pecho gemía,
tanto dolor comprobaron,
que su pena no sentía.
Un broche tenía su pecho,
al que miró con atención,
quitándosele su despecho,
al leer: Resignación,
su corazón maltrecho,
vibró de la emoción,
desvaneciéndose como el eco,
al instante su dolor.
Su pena resignada,
calmó su ansiedad, 
y carita tan angustiada,
de belleza sin igual,
mirarla le cautivaba,
haciéndole pensar,
que lo suyo no era nada,
ni se podía comparar.
Postrándose de rodillas,
Ella le dijo así:
"Hijo, ante mí te humillas,
yo, rezo por ti,
deja tu barca en su orilla,
y no la alejes de allí,
usa por vela mi toquilla,
que nadie la podrá abatir".
"Calma esos sufrimientos,
y olvida tus pecados,
contempla el descendimiento,
de mi Hijo muy amado,
murió entre tormentos,
y después ha resucitado,
acalla tus lamentos,
que Él, no te ha olvidado".
"Fíjate en mi corazón,
y en estos siete puñales,
observa mi resignación,
a pesar de tantos males,
templa tu desesperación,
que no son heridas mortales,
y no pierdas la devoción,
a Él y a mí, que soy tu Madre".
"Ya te puedes levantar,
y seguir caminando,
y no tropieces más,
que yo te estaré ayudando,
no vayas a olvidar,
lo que te estoy encomendando,
mi bendición te voy a dar,
vive alegre, y no llorando".
Se detuvo en la puerta,
volviendo la vista atrás, 
la iglesia estaba desierta,
¿soñaba, o había sido real?,
en la hornacina estaba puesta,
inmóvil, ¿le llegó a hablar?,
enseguida tuvo la respuesta,
su ojos volvían a llorar.
Virgen en el Calvario de Jesús

NUESTRA SEÑORA DEL CALVARIO
Señora del Calvario,
desolada has quedado,
Cristo y el sudario,
al sepulcro han bajado.
Noche de tinieblas,
día sin luz,
la tierra tiembla,
Dios muere en la cruz.
Al Calvario llegaste,
tras de tu hijo,
y contemplaste,
lo que predijo.
Sublime momento,
su alma expira,
Cristo del Descendimiento,
tu Madre sin ver te mira.
¡María! En el Calvario,
lo has visto morir,
triste y solitario,
muriendo por vivir.
Rodeado de enemigos,
cual malhechor,
siendo nuestro amigo,
siendo el bienhechor.
Desde el madero,
Jesús proclamó,
¡Madre qué desespero!,
Madre te llamó. 
Expresión de terror,
lleva tu cara,
cuánto dolor,
Su cruz te dejara. 
El corazón te palpita,
repleto de amargura,
pena infinita,
aja tu hermosura. 
Calvario maldito,
cumplióse la profecía,
Dios Bendito,
allí moriría.
Señora del Calvario,
le viste nacer y morir,
mundo insolidario,
vino a redimir.
Pariste sin dolor,
gozoso alumbramiento,
¡Qué gran horror!,
ver su Descendimiento.
Clavos y espinas,
le viste poner,
su imagen divina,
la llevaste en tu Ser.
Lanza traidora,
mordió su costado,
ansia vengadora,
del longino cabalgado.
Calvario y martirio,
Señora, tu sufrimiento,
dolor de delirio,
desde su prendimiento.
En el Calvario María,
con El padeciste,
pero a los tres días,
de nuevo le tuviste.
De Belén al Calvario,
mucho ha sucedido,
te dio el Rosario,
te dio lo prometido.
María, el Calvario
con lágrimas has mojado,
oscuro y solitario,
la muerte lo ha dejado.
Todo se ha consumado,
Padre parto hacia ti,
almas he salvado,
decidístelo así.
Hecho plasmado,
con fe verdadera,
el tiempo no ha borrado,
su impronta certera.
Nuestra Señora de las Angustias

NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS
La cruz está detrás,
y lo tienes en tus brazos,
lágrimas no tienes ya,
la muerte le da su abrazo,
por el suelo van,
ardientes y rojos trazos,
que se incrementan más y más,
hasta llegar a tu regazo.
Absorta lo miras,
llenándote de piedad,
mientras tu pecho suspira,
como si fuera un volcán,
la mente te gira y gira,
igual que un huracán,
y el corazón se te estira,
de tanto desesperar.
Angustia y dolor,
con tormentos de locura,
se mustia la flor,
se aja tu hermosura,
y es tanto el horror,
en tu alma pura,
que se te para el corazón,
como en la calle de la Amargura.
Tus ojos se extravían,
queriéndose ocultar,
qué pena Madre mía,
qué pena verte das,
pero, Tú ya los sabías,
que tenía que llegar,
¡ay María, María!,
cuánta angustia das.
Tu cara mira al cielo,
pero, tal vez no lo ves,
porque no hayas consuelo,
en tu gran padecer,
ya se ha roto el velo,
y no cesa de llover,
y es tanto tu desespero,
que crees ver el amanecer.
Alzas las manos,
y los brazos también,
lo tienes tan cercano,
como lejos a la vez,
el monte parécete llano,
de escabroso que le ves,
por tanto y tanto daño,
que te acaba de suceder.
Soledad de María
SOLEDAD DE MARÍA
Silencio de amargura,
angustia y soledad,
en una triste figura,
que no cesa de llorar,
de negras vestiduras,
y pausado caminar,
por visiones de locura,
sin poderlas olvidar.
Soledad de María,
mirando sin ver,
a sus manos vacías,
sin poder sostener,
a quien más quería,
al nacido en Belén,
que la muerte retenía,
haciéndolo su rehén.
Cristales de orfebrería,
rompen su Jerusalén,
porque tras ellos yacía,
su Hijo y el de Javhé,
sentimientos de agonía,
enmarcan su padecer,
y el frío la envolvía,
con abrazos de satén.
Varales de artesanía,
escoltan su pena amarga,
cuánta soledad María,
a tu corazón embarga,
su tumba sobresalía,
allá en la vega larga,
y los cielos se cubrían,
doblegándole la espalda.
Silencio en la Ermita,
tinieblas y oscuridad,
la pena es tan infinita,
que no deja respirar,
convulsiona y agita,
al que llega a contemplar,
a esa cara tan marchita,
presidiendo en el altar.
Al viento silente,
lo rompe un gemido,
puro y doliente,
en un corazón partido,
¡ay!, Madre qué sientes,
en tu pecho dolorido,
en tu alma penitente,
en tu vientre desprendido.
Nuestra Señora en su Soledad
NUESTRA SEÑORA EN SU SOLEDAD
En sus manos los clavos,
y la corona también,
nadie va a su lado,
¡Madre!, qué sola se te ve.
Con el corazón arrasado,
por lágrimas de hiel,
y espinas que se ha clavado,
y laceran su linda piel.
La noche ha caído,
todo es oscuridad,
de luto son sus vestidos,
y el alma la lleva igual.
Las estrellas se han escondidos,
para no verla llorar,
y el viento se ha adormecido,
la Señora está en su Soledad.
Los murmullos o ruidos,
son silencios nada más,
convertidos en gemidos,
que Nuestra Señora da.
Su Hijo fallecido,
lo han enterrado ya,
y el corazón lleva partido,
y el alma en su Soledad.
El valle no termina,
los abrojos son espesos,
enseñoreados de espinas,
son puñales para su pecho.
Nada lo ilumina,
nadie le da un beso,
y lágrimas cristalinas,
surcan su rostro maltrecho.
Camina Nuestra Señora,
llorando su desencanto,
negra es la aurora,
y frío su amargo llanto.
Su Soledad la devora,
no ve al que ama tanto,
y llora, llora y llora,
en su Soledad el quebranto.
María Santísima de la luz
MARÍA SANTÍSIMA DE LA LUZ
Seca tu llanto María
que ya se corrió la piedra,
mientras romanos dormían,
con las ansias de la espera.
Que acabóse la agonía,
al desgarrase la hiedra,
que a su cuerpo pretendía,
conociendo de quien era.
Errantes vagan sudarios
entre las grietas del suelo
destruidos los agravios
que magnifican los silencios.
De piedras cual relicarios
sin los despojos del cuerpo,
aunque sí de santuario
por tan excelso misterio.
Seca tu llanto María
que ya acabóse la cruz,
que al pecado destruía
el fruto de virtud.
Que amaneció un nuevo día
al que perteneces Tú,
si de Sión eres Hija
más Santísima de la Luz.
Reflejos de sol y luna,
emulsionan tus cabellos,
anclados sobre la cuna
que tuvo el Divino Maestro.
Por esas palabras tuyas
de esclava y consentimiento,
grabadas en las alturas
con el amor más intenso.
Reina en la Resurrección
y de la Luz Maestra,
Purísima en tu Concepción
e Inmaculada Nuestra.
Estigmas de Anunciación,
en tu pecho se reflejan,
Madre, postrados ante Vos,
los corazones te veneran.
Nuestra Señora de los Dolores

NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES, (ALCAUDETE (JAÉN)
Cuando clarea la aurora,
y el día ya tiene luz,
entre dolores la Señora,
camina tras su Hijo Jesús,
una pasión la devora,
viéndolo con la cruz,
y a sus ojos afloran,
lágrimas de plenitud.
El Templo solo ha quedado,
en silencio de soledad,
Jesús lo ha abandonado,
y Ella le sigue detrás,
va con la cruz cargado,
sin apenas fuerzas ya,
con su cuerpo arrodillado,
sin que le pueda ayudar.
Sin herida en su costado,
pero sangrándole las sienes,
la corona se le ha clavado,
de las espinas que contiene,
en la piedra se ha apoyado,
porque el dolor lo retiene,
no habiéndose levantado,
por el peso que mantiene.
El costal ha ralentizado,
su mover majestuoso,
porque su cara ha reflejado,
un rictus doloroso,
las pestañas han sombreado,
unos ojos primorosos,
y su óvalo está demacrado,
para sumun de lo hermoso.
Ya se acerca la hora,
ya llegó el momento,
el ansia la devora,
grande es su sufrimiento,
es negra la aurora,
y la pasión de su tormento,
¿qué te pasa Señora?,
¿cuál es tu padecimiento?.
En pública subasta,
mi Hijo será vendido,
¿es que su cruz no basta?,
¿no es suficiente castigo?,
mi corazón se devasta,
al verlo envilecido,
y el alma se me abrasa,
al pensar que lo he parido.
¿Quién lo ha ganado?,
¿qué será de Él?,
¿será crucificado,
o tal vez me lo den?,
su cuerpo va martirizado,
entre mofas y desdén,
¿por qué han azotado,
al Niño de mi Belén?.
Ya tu cuerpo han vendido,
¡ay!, Jesús de mi corazón,
tengo el vientre dolorido,
por culpa de una traición.
al Calvario eres conducido,
sin consuelo ni perdón,
si sólo habías venido,
a traerles la salvación.
Manto de mi amargura,
reflejo de tu pasión,
color de noche oscura,
y luz de mi Anunciación,
dolores de levadura,
madero de inmolación,
puñal de hoja dura,
ahondando mi desesperación.
Limpiarle el sendero,
tres veces se ha caído,
no puede con el madero,
por los golpes recibidos,
saber que yo lo quiero,
dentro de mí lo he tenido,
¿por qué vastó el dinero,
para que fuera vendido?.

2 comentarios:

  1. Ángeles, mi señora

    Oh Ángeles, Oh mi reina.

    Ya voy escuchando su contento tintineo,
    que entre bambalinas, Ella se está riendo.

    Ángeles le pusieron,
    como nombre celestial,
    mientras yo te voy rezando,
    de la Iglesia saliendo estás .

    Con tu sonrisa iluminas Huelva entera,
    En el Paseo de Santa Fe todos te esperan
    y en la calle de la Fuente te paseas sonriente.

    Con tu dulce mirada sobre las calles de Huelva
    Reina mía pasea tu encanto,
    enseña lo que es belleza.

    Oh Ángeles, Oh mi reina.

    Ana Rocío durán Pérez

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  2. Rosario,Princesa del Polvorín

    Eres Reina en este día tan especial
    y durante todo el año .
    Virgen del Rosario,Princesa del Polvorín
    mi rezo va a ti .


    Triste y sola sigue a su hijo hasta
    su calvario .
    Ahí va María Santísima del Rosario .


    Rosario es tu bendito nombre,
    y benditos son los rosarios
    que cuelgan de tu palio .


    Un pañuelo en tu finas manos
    y sobre él espléndidos rosarios .
    Tus Santísimas lágrimas se van
    derramando mientras te vas paseando .


    Entre sollozos y llanto
    ahí va la Reina, ahí va
    María Santísima del Rosario .


    Ana Rocío Durán Pérez

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