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POEMAS A JESÚS

Santo Cristo del Descendimiento
    



Moriste en un madero para darnos la salvación, siendo el Rey del Cielo más el Hijo de Dios, Redentor y Maestro.
Hermandad Sagrado Descendimiento de Cristo
El cielo estaba todavía oscuro y nebuloso cuando José y Nicodemus se fueron al Calvario. Allí se encontraron con sus criados y las santas mujeres que lloraban sentadas en frente de la cruz. Casio y muchos soldados que se habían convertidos, estaban a cierta distancia, tímidos y respetuosos. José y Nicodemus contaron a la Virgen y a Juan todo lo que habían hecho para librar a Jesús de una muerte tan ignominiosa, y cómo habían obtenido que no rompiesen los huesos al Señor. Entre tanto llegó el centurión Abenadar, y luego comenzaron la piadosa obra del descendimiento de la cruz, para embalsamar el sagrado cuerpo del Señor. Casio se acercó también, y contó a Abenadar la milagrosa curación de la vista. Todos se sentían muy conmovidos, llenos de tristeza y de amor. Nicodemus y José pusieron las escaleras detrás de la cruz, subieron y arrancaron los clavos. En seguida descendieron despacio el santo Cuerpo, bajando escalón por escalón con las mayores precauciones. Fue un espectáculo muy tierno; tenían el mismo cuidado, las mismas precauciones como si hubiesen temido causar algún dolor a Jesús. Todos los circunstantes tenían los ojos fijos en el cuerpo del Señor y seguían sus movimientos, levantaban las manos al cielo, derramaban lágrimas y daban señales del más profundo dolor. Todos estaban penetrados de un respeto profundo, hablando solo en voz baja para ayudarse unos a otros. Mientras los martillazos se oían, María Magdalena y todos los que estaban presentes a la crucifixión, tenían el corazón partido. El ruido de esos golpes les recordaba los padecimientos de Jesús; temían oír otra vez el grito penetrante de sus sufrimientos. Habiendo descendido el santo Cuerpo, lo envolvieron y lo pusieron en los brazos de su Madre, que se los tendía poseída de dolor y de amor. Así la Virgen Santísima sostenía por última vez en sus brazos el cuerpo de su querido Hijo, a quien no había podido dar ninguna prueba de su amor en todo su martirio; contempló sus heridas, cubrió de ósculos su cara ensangrentada, mientras María Magdalena reposaba la suya sobre sus pies. Después de un rato, Juan, acercándose a la Virgen, le suplicó que se separase de su Hijo para que le pudieran embalsamar, porque se acercaba el sábado. María se despidió de Él en los términos más tiernos. Entonces los hombres lo tomaron de los brazos de su Madre y lo llevaron a un sitio más bajo que la cumbre del Gólgota, que ofrecía gran comodidad para hacer el embalsamamiento. Lo hicieron en seguida y envolvieron después el santo Cuerpo en un gran lienzo blanco. Cuando todos se arrodillaron para despedirse de Él, se operó delante de sus ojos un gran milagro: el sagrado Cuerpo de Jesús, con sus heridas, apareció representado sobre el lienzo que lo cubría, como si hubiese querido recompensar su celo y su amor, y dejarles un retrato a través de los velos que lo cubrían. Era un retrato sobrenatural, un testimonio de la divinidad creadora, que residía siempre en el cuerpo de Jesús.
Vía Crucis en el Cincuentenario
MEDITACIÓN Y TRASLADO SAGRADA IMAGEN DE CRISTO, 1,999:
Vamos a realizar el traslado de la Sagrada Imagen de Nuestro Señor Jesucristo, una vez que ha terminado el culto, al paso en el que realizará la Estación de Penitencia en la próxima Semana Santa.
Hay momentos en nuestras vidas, que nos son inolvidables, bien porque estos sean alegres o tristes, se repitan o no. Afortunadamente, éste que vivimos ahora, se repite cada año, pero cada año es totalmente nuevo, diferente al anterior, único, aunque felizmente se repita. Estos momentos los esperamos con ansia todos los cofrades, pues en el día de hoy es cuando verdaderamente empieza para nosotros la Semana Mayor. Cuántos deseos, cuánta añoranza sentimos hasta poder caminar a su lado y qué impacientes e intranquilos nos ponemos cuando llega esta hora:
Ya la misa ha terminado,
el besapié ha concluido,
Cristo está descendido,
y a hombros será llevado,
su paso está preparado,
la luz se ha adormecido,
el mañana se ha fundido,
y el reloj se haya parado.
Se ha detenido el molino,
no ha crecido más el trigo,
se ha abierto el postigo,
derramándose su vino,
se halla cortado el camino,
ha fallecido el amigo,
recibiendo su castigo,
por mandamiento divino.
¡Cogerlo por favor!,
¡levantarlo con esmero!,
no causarle dolor,
que es el Rey de los cielos,
asirlo con amor,
tomarlo con gran celo,
hacerlo sin temor,
que es Nuestro Dios verdadero.
Empezar a caminar,
calmad vuestros temblores,
que los pechos sean altar,
para guardar sus amores,
no vayáis a tropezar,
y aumentarle sus dolores,
fijaros como va,
sin sangre ni sudores.
Con la cabeza inclinada,
y las piernas encogidas,
lleva las rodillas amoratadas,
y los brazos le caen sin vida,
con la frente marcada,
por espinas ceñidas,
y la carne sajada,
por múltiples heridas.
Me estremezco al contemplarte,
muerto por mi,
Señor, déjame suplicarte,
que perdones cuanto te ofendí,
mi corazón quiero darte,
para calmar tu sufrir,
deseo siempre amarte,
mientras me dejes vivir.
Y romper ese madero,
para aliviarle la amargura,
a mi Señor verdadero,
y rodearlo de dulzura,
en qué se inspiró el imaginero,
para tallar su figura,
tuvo que ser muy certero,
para lograr tanta hermosura.
Que las eras no trillen,
y las rocas se diluyan,
la tempestad más no chille,
y los montes se destruyan,
el sol más no brille,
y las aguas no fluyan,
si hay quien no se maraville,
ante esta imagen tuya.
Cristo del Sagrado Descendimiento,
Hijo de Resignación,
Calvario vio tu sufrimiento,
partiéndosele el corazón,
vivió ese cruel momento,
con entereza y resignación,
sin tan siquiera un lamento,
al comprobar tu expiración.
Entre cuatro eres llevado,
con sudores en las manos,
con el corazón angustiado,
por su Dios Samaritano,
y el pecho agarrotado,
al sentirte tan cercano,
notando en tu costado,
la herida del romano.
Son hermanos nazarenos,
que esperaban este día,
con el pulso sereno,
aunque la frente les ardía,
sin lágrimas en los senos,
porque más ya no tenían,
sintiendo a su Dios Bueno,
que en sus hombros sostenían.
Qué cerca está ya el paso,
sobre él van a dejarte,
ya no sentirán tus brazos,
ni las piernas podrán sujetarte,
hay luz en el ocaso,
pero quieren alumbrarte,
para que ningún beso falso,
venga más a despreciarte.
Cristo del Sagrado Descendimiento,
nos imanta tu persona,
viendo el sufrimiento,
que ni muerto te abandona,
dando en todo momento,
un amor que obsesiona,
porque a tu gran tormento,
añadimos espinas y corona.
La cruz está vacía,
esperando en el Calvario,
ya se acabó el día,
ya huele a sudario,
tu cuerpo se estremecía,
con un dolor incendiario,
cuando el Longino te hería,
de un modo sanguinario.
Tus manos están heridas,
lo mismo los pies,
tu cuerpo sin vida,
paradigma de nuestra fe,
Cristo del alma mía,
Cristo de mi niñez,
que seas mi norte y guía,
ahora y en mi vejez.
Cuatro cirios te rodean,
cuatro hermanos costaleros,
aunque costal no se vea,
el hombro es muy certero,
sus almas pordiosean,
por un trozo de tu madero,
aunque descendido te vean,
sufren con tu desespero.
Un camino tenebroso,
te lleva hasta el Calvario,
quisiste que fuera glorioso,
el que hacemos a diario,
sin tinieblas y gozoso,
y carente de sudario,
dándonos un cielo venturoso,
y un cariño extraordinario.
Niño de María,
Hijo de Resignación,
por qué llegó ese día,
día de desesperación,
donde la muerte hallarías,
a través de una traición,
y la puerta nos abrías,
puerta de la salvación.
Tu Madre te está mirando,
arriba en su altar,
y sus ojos están llorando,
porque van a crucificar,
a su Hijo un Viernes Santo,
y no puede soportar,
que vayan torturando,
a quien nos vino a salvar.
Es amarga la realidad,
venturosa la anunciación,
cuánta tu conformidad,
y qué horrible la pasión,
todo es oscuridad,
todo es desolación,
pero llegará la claridad, 
llegará tu resurrección.
Al Calvario has llegado,
para después ser descendido,
con el cuerpo ensangrentado,
y San Pedro oscurecido,
entre cirios alumbrado,
entre pechos doloridos,
de hombres que han llorado,
por haberte sostenido.
El traslado han realizado,
sin saber cómo lo han hecho,
tanto como habían soñado,
que ocurriera este hecho,
sus almas han gozado,
pero tienen el corazón maltrecho,
a su Cristo han trasladado,
la emoción ahíta en sus pechos.
Sagrado Descendimiento de Cristo
ORACIÓN A CRISTO DEL DESCENDIMIENTO
Cristo del Sagrado Descendimiento.
Tu vida terrenal ha terminado,
por tu muerte nos has salvado,
Cordero Jesús, 
venga a nosotros tu luz,
y alivie nuestro sufrimiento.
Cristo del Sagrado Descendimiento.
Hermano nuestro en las alturas,
Hijo del Padre de las venturas,
Cordero Jesús,
venga a nosotros tu luz,
y alivie nuestro sufrimiento.
Cristo del Sagrado Descendimiento.
Con la llagas de tus pies y manos,
nos abriste tu corazón samaritano,
Cordero Jesús,
venga a nosotros tu luz,
y alivie nuestro sufrimiento.
Cristo del Sagrado Descendimiento.
Que el agua y sangre de tu costado,
redima y perdone nuestros pecados,
Cordero Jesús,
venga a nosotros tu luz,
y alivie nuestro sufrimiento.
Cristo del Sagrado Descendimiento.
Hiel y vinagre te ofrecieron,
y a María el corazón le partieron,
Cordero Jesús,
venga a nosotros tu luz,
y alivie nuestro sufrimiento.
Cristo del Sagrado Descendimiento.
Que por tu frente coronada de espinas,
alcancemos la Gloria Divina,
Cordero Jesús,
venga a nosotros tu luz,
y alivie nuestro sufrimiento.
Cristo del Sagrado Descendimiento.
Con tu hermosa resurrección,
purificaste nuestro corazón,
Cordero Jesús,
venga a nosotros tu luz,
y alivie nuestro sufrimiento.
Entre los Santos Varones
PADRE NUESTRO A CRISTO DEL DESCENDIMIENTO
Padre y Señor Nuestro,
Tú que en el cielo te hallas,
de tu amor mi corazón estalla,
soy siervo e hijo Vuestro.
Padre y Señor Nuestro,
tu voluntad se haga,
para que yo satisfaga,
a mi querido Maestro.
Padre y Señor Nuestro,
tu Hijo a nosotros ha venido,
ya de la Cruz ha descendido,
y lo tenemos muy dentro.
Padre y Señor Nuestro,
danos nuestra pan de cada día,
por la intersección de la Virgen María,
salgamos a Tu encuentro.
Padre y Señor Nuestro,
perdona nuestras ofensas,
con tu bondad inmensa,
quédate en nuestros adentros.
Padre y Señor Nuestro,
no nos dejes caer en la tentación,
Espíritu de nuestra devoción,
para que alcancemos tu centro.
Nuestro Señor Jesús,
líbranos de todo mal,
para que nuestra alma sea inmortal,
Tú que has descendido de la Cruz.
Padre y Señor Nuestro.
AMEN.
San Juan estaba también

SAGRADO DESCENDIMIENTO DE CRISTO
Todo está preparado,
todos guardan silencio,
el lienzo desenrollado,
y la vasija de ungüentos.
Sus brazos desenclavados,
las espinas en el huerto,
y en el suelo los clavos,
que sus carnes han abierto.
Escaleras apoyadas,
en el patibulum de la cruz,
y en el suelo la mortaja,
para envolver a Jesús,
su cuerpo ya lo bajan,
alguien prende una luz,
que a las sombras desplazan,
con exasperante lentitud.
El cuerpo está inerte,
la cabeza inclinada,
la sujeta la muerte,
que está envalentonada,
con mano fuerte,
el cadáver agarra,
y en la cruz sostiene,
con siniestra carcajada.
Llanto y suspiros,
llevan los vientos,
con sueños dormidos
y ahora despiertos.
Lienzo han recogido,
para el descendimiento,
de un Cristo dormido
y vencedor de muertos.
El Verbo ha callado,
su voz se ha extinguido,
el Hombre ha suspirado
y al Sheol se ha ido,
sus muros ha derribado,
con su cuerpo descendido,
y las puertas ha sellado,
cuando los buenos han salido.
Sagrado Descendimiento
de Cristo Nuestro Señor,
impactante momento,
ante el Hijo de Dios.
Monte sangriento,
regueros de sol,
sudarios prietos,
cuajan el horror.
Cristo de la Providencia
SANTO SUDARIO DE NUESTRO SEÑOR JESÚS DE LA PROVIDENCIA
El velo se ha rasgado
con el cielo oscurecido,
y el madero es solitario
tras haberlo descendido.
Sobre el santo sudario
yace su cuerpo fallecido,
mientras calla el Calvario
contemplando lo ocurrido.
La noche es muy oscura
y las tinieblas pavorosas,
se ha ocultado la luna
y la calma es angustiosa.
Cercana la sepultura,
aguarda silenciosa,
tan tenebrosa y dura,
como fría y milagrosa.
Todo está consumado,
sus últimas palabras,
tras haber perdonado
hasta al que le mataba.
La corona y los clavos,
a sus pies reposan,
de su sangre manchados
y providencia hermosa.
Vagan las tinieblas,
alrededor del madero,
mientras la Madre espera,
a que abran los cielos.
La noche es muy negra
y el sepulcro nuevo,
de José de Arimatea
en un cercano huerto.
Jesús de la Providencia,
agua viva de los Cielos,
el pecado en tu presencia,
ahoga sus contubernios.
Son las consecuencias,
de aquel Niño nazareno,
que descorrerá la piedra,
con el sudario en el suelo.


ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN
Amaneciendo la tarde,
Jesús entró en Jerusalén,
rodeado de gente cobarde,
y de otras de bien,
había palmas en el aire,
gran algarabía también,
con un cierto desmadre,
hosanna gritaban a la vez.
Montado en un jumento,
llegó el Nazareno,
se aproximaba el momento,
del sacrificio del Cordero,
nada en su aspecto
denotaba el miedo,
pero era bien cierto, que
el ambiente era pendenciero.
De lejos vienen con Él,
en pos de sus milagros,
aunque sin entender,
lo que expresan sus labios,
todos quieren un rey,
que rompa los agravios,
y libere a Israel,
del oprobio legionario.
Domingo era el día,
y el pollino nuevo,
mucha gente acudía,
de uno y otro extremo,
Él a todos sonreía,
bendiciendo con sus dedos,
igual que en la Cofradía,
que reside en San Pedro.
Con rojos morriones,
y hábitos blancos,
ojos llenos de ilusiones,
van de la mano o brazo,
palpitan sus corazones,
y nadie va descalzo,
pero maduran embriones,
con el paso de los años.
Ramas de olivos,
y hojas de palmeras,
el día es festivo,
y larga la espera,
de Ramos es Domingo,
en la Humanidad etérea,
para nadie esquivo,
para nadie quimera.
Hermandad de la Santa Cena
SANTÍSIMO CRISTO DEL AMOR
Jesús en el Tabernáculo,
instituyó la Eucaristía,
a Pedro le otorgó el báculo,
de la Iglesia que nacía,
realizó un oráculo,
que el hombre recibía,
como un bello receptáculo,
para su pan de cada día.
Tomó pan y vino,
diciendo con amor:
Yo soy el peregrino,
y el Cordero de Dios,
cumpliré mi destino,
conducente a la salvación,
Yo soy el camino,
seguid mi peregrinación.
Mi cuerpo en pan,
desde hoy lo tendréis,
no vayáis a olvidar,
que conmigo lo coméis,
mi sangre igual,
también la beberéis,
al vino transformará,
si vosotros lo queréis.
Cristo magnificó su amor,
ofrecido en su última cena,
pan y vino convirtió,
en carne y sangre nazarena,
a sus discípulos reunió,
alrededor de su mesa,
y a todos les anunció,
que su vida estaba presa.
En el Corazón de Jesús,
se reproduce este momento,
con exacta pulcritud,
esencia y sentimiento,
Jesús en actitud,
de hacer su ofrecimiento,
del Pan de la Luz,
y del Vino sangriento.
La tarde declina,
el día languidece,
en dorada canastilla,
a Cristo lo mecen,
la noche se ilumina,
cuando Él aparece,
en la imagen divina,
que el Polvorín guarece.
Hermandad de la Redención
SANTO CRISTO DE LA PRECIOSA SANGRE
Sobre una piedra sentado
cual preso peligroso,
escupido e insultado,
con insinuaciones de loco.
Fuertemente maniatado
y dolor en sus ojos,
descalzo y encorvado,
con la pasión en el rostro.
Por la sangre vertida
a causa de los azotes
y las múltiples heridas
que las carnes le rompen.
Mas una chusma entretenida
en zaherirlo con motes,
sin que le importe su vida
o sea Dios hecho Hombre.
Tremendamente sólo
aun estando rodeado,
de improperios y posos
de un pueblo indignado.
Que desea verlo roto
y a una cruz enclavado,
a pesar de que habla solo
del Padre glorificado.
Setenta veces siete
dijo que hay que perdonar,
pero la chusma le hiere
y le quiere condenar.
A una insufrible muerte,
siendo Rey de la Humanidad,
que únicamente viene
a que nos podamos salvar.
Y su preciosa sangre
quiere que sea derramada,
vejándole y azotándole,
con dureza inusitada.
Mientras que ora su Madre,
con las manos entrelazadas,
sabiendo que van a matarle,
a su virtud más preciada.

Santo Cristo de la Redención

SANTO CRISTO DE LA REDENCIÓN
Vacilante es su paso,
cansino y agotador,
su hombro lleva cargado,
la cruz de la redención.
Tiene los pies hinchados,
doliéndole el corazón,
y el rostro amoratado,
a causa de la traición.
El Calvario está esperando
y pocas fuerzas le quedan,
pero sigue y sigue andando,
sin nada que le detenga.
Su frente sigue sudando,
sangre de gotas gruesas,
pero sigue caminando,
con la cruz que lleva a cuesta.
Tres veces ha tropezado,
y las tres se ha caído,
las tres se ha levantado,
continuando su camino.
Por la multitud es increpado,
con insultos sibilinos,
que se los lleva clavado,
en su pecho cristalino.
El arma de su muerte,
la lleva sobre su hombro,
agarrada muy fuerte,
y eso les causa asombro,
a la vocinglera gente,
que quieren verlo muy pronto,
nadando contra la corriente,
como un muñeco roto.
Santo Cristo de la Redención,
quisiera ser tu Cirineo,
y ayudarte con mi amor,
a llevar tan pesado madero;
yo, que soy el peor,
de los que no tienen remedio,
déjame por favor,
poder ser tu costalero.
Hermandad de los Mutilados
SANTÍSIMO CRISTO DE LA VICTORIA
Jesús ya llegó,
el Calvario está pisando,
la cruz en el suelo dejó,
y a ella está mirando,
su rostro moja el sudor,
sus hombros siguen temblando,
por tan gran dolor,
por tanto cansancio.
Su frente es mutilada,
por agudas espinas,
la mejilla golpeada,
por mano sibilina,
su espalda azotada,
y rotas sus rodillas,
en su vista cansada,
la pena se le adivina.
Sus hombros desnudan,
sin ningún rubor,
no les cabe la duda,
al decir que es impostor,
las burlas reanudan,
injuriando al Redentor,
la realidad es cruda,
y el instante superior.
Cristo de los Mutilados,
es su nombre popular,
con su rostro demudado,
y tristeza en el mirar,
de la Victoria llamado,
sin túnica talar,
y en Domingo de Ramos,
ocurre su procesionar.
Difícil es su salida,
por rampa de madera,
estrecha y partida,
salvando las escaleras,
lo mismo a la recogida,
la gente le espera,
es dura la subida,
y fuerzas pocas quedan.
Termina el día,
en el Barrio del Patrón,
se recoge la Cofradía,
de Cristo vencedor,
Victoria te ponían,
a pesar de tu pasión,
porque después resucitaría,
tras sufrir la inmolación.
Hermandad de El Perdón

SANTÍSIMO CRISTO DEL PERDÓN
Al Padre pidió perdón,
poco antes de morir,
no para su corazón,
sino para los que estaban allí,
viendo su inmolación,
y con ganas de reír,
porque al Hijo de Dios,
le había llegado su fin.
Allí estaba Él,
muerto y crucificado,
de forma tan cruel,
que pena daba mirarlo,
había nacido en Belén,
Nazareno era llamado,
y agujereada tenía la piel,
por espinas y clavos.
Así nos ganó el perdón,
a todos los humanos,
con sangre y dolor,
de judíos y romanos.
Pilato lo juzgó,
su gente lo mataron,
y en la cruz murió,
a ella lo condenaron.
Cristo del Perdón,
proclamado en su cruz,
santuario de amor,
misericordia y luz.
Alfombra su Estación,
con senderos de virtud,
fuente de comunión,
manantial de infinitud.
La sombra del madero,
se refleja en la ría,
junto al Humilladero,
aunque el sol no se veía.
Ya bajó el Conquero,
la luna le seguía,
mirando desde el cielo,
como en la noche se perdía.
Iluminando la oscuridad,
con su sangre vertida,
perdonando al Barrabás,
que cambiaron por su vida.
La noche voraz,
muestra su bienvenida,
pretendiendo ocultar,
la gloria concedida.
El Cautivo
SANTO CRISTO CAUTIVO
Ha Jesús han maniatado,
en medio de la oscuridad,
sus mejillas han mancillado,
y las manos igual,
al Sanedrín es llevado,
para poderlo inculpar,
de lo que no ha realizado,
ni ha dado lugar.
Acusándolo falsamente,
de blasfemias y mentiras,
inculcándole a su gente,
el odio y la ira,
sin ser consecuentes,
a pesar de que decía,
que fuéramos indulgentes,
y mejores cada día.
Hoy llevan Cautivo,
al Hijo de la Misericordia,
apresado entre olivos,
por sicarios de la horda,
al Hijo de Dios Vivo,
referente de la Historia,
lo apresan sin motivos,
y de ello se vanaglorian.
Ha llegado la hora,
es momento de la verdad,
la noche es señora,
y también la Hispanidad,
a Cristo adoran,
maniatado sin más,
aún reinan las sombras,
y todo está por pasar.
Mirando a la lejanía,
solo va Él,
todos le abandonarían,
la noche de Jerusalén,
llega la luz del día,
el Nazareno es rehén,
de quién presumía,
de hacedor del bien.
Romanos lo perseguían,
y su gente de Israel,
que desconocían,
la naturaleza de su Ser,
Él era el Mesías,
el nacido en Belén,
la Escritura lo predecía,
pero no lo supieron ver.
Hermandad de Tres Caídas
PADRE JESÚS DE LAS PENAS EN SUS TRES CAÍDAS
Alboroto en la tarde
y camino empedrado,
el fuego no arde
y el hielo se ha quemado,
ruge la calle,
el látigo ha chasqueado
y un Hombre cae
bajo un madero pesado.
Ya es la tercera vez
que el Hombre ha caído,
cansado se le ve
y con el gesto abatido,
lleva espinas en la sien
y el hombro hundido,
sangre en sus pies
y el rostro entumecido.
En Él se advierte
lo agudo de su pena,
pero sigue silente
sin emitir una queja,
castañeando sus dientes
el cabello se le desmadeja,
porque a su alma penitente
la cruz la apresa.
Temiendo que no llegue
al lugar de la ejecución,
buscan entre la gente,
quien preste colaboración,
su cruz asiese,
sin remisión,
y al Hombre condujese,
al lugar de la Crucifixión.
Jesús de las Penas,
en sus Tres Caídas,
lleva la cruz nazarena,
en testimonio de vida,
la muerte es ajena,
a que será vencida,
y pulula por sus venas,
creyéndose en su guarida.
Las piedra del suelo,
a su rodilla aprisionan,
y el peso del madero,
y las espinas de su corona,
el sol brilla en el cielo,
y en la iglesia que abandona,
su barrio es un pañuelo,
y por sus caídas se desmorona.
El Calvario
PADRE JESÚS DEL CALVARIO
Cuando el árbol talaron,
para fabricar la cruz,
nunca se imaginaron,
que en ella moriría Jesús,
el día que lo cortaron,
el sol hizo contraluz,
las nubes lo ocultaron,
pero sin eclipsar su luz.
El tronco pelaron,
desbrozando sus ramas,
con fuerza lo clavaron,
en forma de aspas,
la cruz idearon,
para castigo de almas,
y a romanos la entregaron,
para con alguien estrenarla.
En Jerusalén,
un hombre la aceptó,
había nacido en Belén,
en testimonio de amor,
el pueblo de Israel,
con odio lo recibió,
no queriendo creer,
que es Hijo de Dios.
La cruz de su Calvario,
sus manos han cogido,
entre soeces comentarios,
de un mundo enloquecido,
con gritos sanguinarios,
el hombre es recibido,
caminando solitario,
entre tantos enemigos.
Calle Lucas de Tena,
calle de la Amargura,
misma estampa nazarena,
misma estampa de locura,
por la calle Tendaleras,
silenciosa y a oscuras,
la sombra de su condena,
los sentimientos apuran.
Música de capilla,
acompañan su recorrido,
y a su alma la herida,
del pecado asumido,
el madero hace horquilla,
con su hombro dolorido,
que al dolor orillan,
avivando sus sentidos.
Jesús de la Sentencia

NUESTRO PADRE JESÚS DE LA SENTENCIA EN SU PRESENTACIÓN AL PUEBLO.
El interrogatorio ha concluido
y la decisión está tomada,
el Sanedrín está reunido
desde altas horas de la madrugada.
¿Era Padre Jesús su enemigo?,
eso a nadie importaba,
o, ¿es que el pueblo judío
no pedía que se le crucificara?.
Nadie por el pedía clemencia,
era un loco o tal vez un mago,
que engañaba a la concurrencia,
y a sus almas hacía estragos.
Por eso era justa la sentencia,
por ello habría que crucificarlo,
eso serviría de advertencia,
para un mundo tan incauto.
Había que hacerlo ante el pueblo,
para que nadie dudas albergara,
había que presentar al plebeyo,
con sus manos maniatadas.
Si era el rey del cielo,
quizás el Padre lo salvara,
de lo contrario sería cierto,
que su boca mentía cuando hablaba.
En un papiro escribid,
la sentencia de su muerte,
para que todos la puedan oír,
leedla, leedla claro y fuerte.
El nazareno ha de sufrir,
delante de mucha gente,
de forma que pueda morir
muy lenta, muy lentamente.
En Huelva podemos ver
a Padre Jesús sentenciado,
hoy el pueblo esta con Él,
o al menos es lo que pensamos;
pero ocurre igual que ayer,
que de nuevo lo martirizamos,
es tan fácil emborronar un papel,
y hay tantísimos escribanos.
Hermandad de la Lanzada
SANTÍSIMO CRISTO DE LA LANZADA
Silva el viento,
en la oscura noche,
rompiendo el silencio,
aceros de broche,
un Hombre ha muerto,
clavado al poste,
con los brazos abiertos,
sobre madero al corte.
Un caballo se aproxima,
sobre él un romano,
y en la noche brilla,
el acero de su mano,
al Crucificado mira,
sin importarle el llanto,
de la mujer que suspira,
levantando los brazos.
Prieta la lanza,
también las rodillas,
su brazo levanta,
y al Hombre acuchilla,
el acero se mancha,
al romper sus costillas,
y tanto le impacta,
que la cabeza humilla.
Tras la lanzada,
se abre el costado,
un flujo desata,
que altera al soldado,
la cabalgadura se espanta,
y el acero ha rodado,
y polvo levanta,
de un suelo mojado.
La noche llora,
las sombras pululan,
gime la Señora,
su pena le apura,
el dolor la devora,
la noche es oscura,
su rostro se acalora,
su rostro se demuda.
Parroquia de los Dolores,
muros nazarenos,
níveos colores,
perfiles extremos,
silencios trovadores,
flujos marineros,
Cristo de mis amores,
caminos y senderos.
Hermandad de los Estudiantes
SANTÍSIMO CRISTO DE LA SANGRE
Caen tinieblas manchadas
de sangre y de luz,
no brota la madrugada,
hay sombras en la cruz.
La noche alada,
opaca al contraluz,
que acaricia con sus alas
senderos de infinitud.
El suelo enrojecido
esparce lamentos,
del Hombre fallecido,
vertiendo sus adentros,
vivo es el fluido,
rojo y cruento,
y su cuerpo es recorrido
por trazos sangrientos.
Inmolado el Cordero,
el Hijo de Dios vivo,
muerto en el madero
con clavos de olivo,
mojan sus cabellos,
susurros desvaídos,
que llegan al suelo,
acallando los gemidos.
Todo está quieto,
nada se mueve,
colores cenicientos,
angostan la nieve,
el mar está seco,
sobre él no llueve,
Jesús ha muerto,
y sangre no tiene.
Cristo de la Sangre,
Titular de tu Cofradía,
donde el fuego arde,
y la noche torna día,
en un Martes cofrade,
Tú procesionarías,
anegando el valle,
que tu Madre recorría.
Sangre y sacrificio,
posturas extremas,
potro del martirio,
en la tarde nazarena,
cruento suplicio,
en las rotas venas,
vencedor del maleficio,
que al hombre condena.
Hermandad Jesús de la Pasión
NUESTRO PADRE JESÚS DE LA PASIÓN
El camino ha emprendido,
con paso titubeante,
el cuerpo dolorido
y amargura en el semblante,
se siente desfallecido,
al límite de su aguante,
un madero lleva cogido,
y no cesan de acosarle.
Hay dolor en su mirada,
sus carnes están heridas,
y en su frente clavada,
una corona de espinas,
con la espalda encorvada,
sin poder más camina,
la muerte tiene preparada,
entre maldades e inquinas.
Sagrado es su corazón,
y la multitud sibilina,
causándole más dolor,
tanta ignorancia supina,
es el Hijo de Dios,
y nadie se lo imagina,
tampoco su pasión,
la sienten o adivinan.
El madero es pesado,
sus ojos profundos,
muchos son los pecados,
que oscurecen al mundo,
sus pies están cansados,
pero siguen el rumbo,
el patíbulo está alzado,
y el verdugo es iracundo.
Se refleja en su mirada,
la pasión de su tormento,
lleva la cruz con el alma,
tan llena de sufrimientos,
su túnica es encarnada,
blancos son sus silencios,
y en el aire brilla una daga,
que alguien se clava muy dentro.
La Iglesia es Pedro,
su Cruz la Salvación,
de caoba o enebro,
es árbol de pasión,
la lleva con el cuerpo,
Encarnado en la Anunciación,
es del Padre y Dios nuestro,
y suyo es nuestro dolor.
Jesús del Prendimiento
NUESTRO PADRE JESÚS DEL PRENDIMIENTO TRAICIONADO POR JUDAS
Senderos de traición,
confluyen en el huerto,
apresando el corazón,
del que llaman Maestro.
Treinta monedas bastó,
treinta fueron su precio,
por ellas Judas lo entregó,
después de darle un beso.
Sus mejillas mancilló,
con sus traidores labios,
qué poco le importó,
fabricarle el sudario,
ni ser el traidor,
discípulo solitario,
que a Jesús vendió,
por sólo treinta denarios.
De romanos se valió,
para lograr la hazaña,
que al Cordero llevó,
al filo de la guadaña,
también le concedió,
por cetro una caña,
y los azotes que recibió,
con desmedida saña.
El rencor del sanedrín,
lo juzgó con bajeza,
y hasta hubo quien cruzó,
su rostro con vileza,
culpa no se le halló,
ni derribaron su fortaleza,
era el Hijo de Dios,
y la Inmaculada Pureza.
En el huerto quedó,
una flor marchita,
su raíz se mojó,
de aquella saliva,
del Judas traidor,
de boca maldita,
en pérfida labor,
e injuria infinita.
El Carmen reconstruyó,
la escena del beso,
con el que Judas consiguió,
que lo hicieran preso,
un pasó realizó,
un barco perfecto,
y con él navegó,
por el barrio y el centro.
En el Desprecio de Herodes
NUESTRO PADRE JESÚS DE LA HUMILDAD
Pesaroso el Sanedrín,
ante Herodes lo envió,
en un gesto ruin,
de su innoble corazón,
condenarle era su fin,
la meta su crucifixión,
pero él no podía decidir,
ni dar la autorización.
Por eso al tetrarca,
pidió su condenación,
rumiando su venganza,
y lleno de rencor.
Acudió al monarca,
que el romano venció,
y gobernaba las migajas,
que el Cesar le permitió.
Antes lo llevó a Pilato,
romano gobernador,
dúctil tirano,
que sus manos lavó,
dándole mal trato,
por su innegable temor,
a un Cesar lejano,
y poderoso emperador.
Los tiempos corrieron,
y en la actualidad,
en Huelva quisieron,
recordarlo en Hermandad.
Con plata en los costeros,
de un paso especial,
procesiona el Nazareno,
que de ella es Titular.
Cristo de la Humildad,
en el desprecio de Herodes,
con túnica talar,
acallando esas voces,
que da la Humanidad,
con sucesos atroces,
y Él vino a remediar,
con doloroso broche.
Parroquia del Polvorín,
templo de Jerusalén,
Dios habita en ti,
en recuerdo del ayer,
en Marzo o en Abril,
evoca el acontecer,
de que lo hicieron sufrir,
despreciándolo a la vez.
En su Expiración
SANTÍSIMO CRISTO DE LA EXPIRACIÓN
Sus ojos están mirando,
arriba a las alturas,
al Padre está llamando,
en el fin de su tortura.
Su voz se va apagando,
y abierta la sepultura,
la muerte le va cercando,
sin un gesto de ternura.
Siete Palabras
ha pronunciado,
y la visión se le empaña,
¡todo se ha consumado!.
El viento se desmadra,
silente y acerado,
y el velo se rasga,
al expirar el Anunciado.
Se está nublando el día,
y moviéndose el suelo,
la oscuridad se cernía,
en la luz del madero,
el corazón aún latía,
en el pecho del carpintero,
y sus labios se entreabrían,
con un quejido lastimero.
Instante supremo,
momento sublime,
expira Jesús Nazareno,
y con su muerte consigue:
un mundo nuevo,
un mundo que gime,
pues con su sacrifico extremo,
al pecado redime.
Penetrante mirada,
y aspecto dolorido,
sus manos clavadas
y pies lo mismo,
la frente quebrada,
por aceros espinos,
y la luz reflejada,
en sus ojos divinos.
Cristo de la Expiración,
tus ojos siguen abiertos,
mirando al Padre Dios,
eterno en los tiempos,
en tu rostro hay dolor,
amor y sufrimiento,
y la luz de la salvación,
para un mundo muerto.
En la soledad del Huerto

SAGRADA ORACIÓN DE NUESTRO SEÑOR EN EL HUERTO
En la soledad del huerto,
Jesús se ha arrodillado,
su cuerpo está leso,
su corazón atribulado,
de sus labios brota un rezo,
doloroso y angustiado,
Él es el Maestro
y todos le han abandonado.
Un ángel se le presenta,
con un cáliz en la mano,
es hora de la afrenta,
ya espera el tirano.
Su desazón aumenta,
el momento está cercano,
Padre no tengas en cuenta,
mi debilidad de humano.
Hágase tu voluntad,
pero aleja de mí esta hora,
esta hora tan crucial,
esta llama abrasadora.
Señor de la Humanidad,
por tu obra creadora,
mi sangre voy a entregar,
porque mi alma te añora.
Sangre suda mi frente,
mi corazón, amor hacia Ti,
Padre Omnipresente,
estoy dispuesto a morir.
Porque soy consecuente,
de que vine para sufrir,
y para salvar a la gente,
que vive sin porvenir.
Pedro está dormido,
lo mismo los demás,
sólo estoy contigo,
pero alguien se acerca ya.
Es más fuerte el ruido,
Judas al frente va,
el traidor me ha vendido,
y le acaban de pagar.
Sagrada Oración,
de Dios en el Huerto,
para refrendar el amor,
de todos al Maestro.
Antes en la Concepción,
ahora en San Pedro,
principio de la Salvación,
el Padre, por Jesús, ya Nuestro.
Misericordia

SANTO CRISTO DE LA MISERICORDIA
Sendas dolorosas,
manan del Calvario,
brumas silenciosas,
impregnan el sudario.
Vuelan mariposas,
sobre manso estuario,
de sombras procelosas,
que aunan calendarios.
En medio la Cruz,
sobre Ella el Crucificado,
silencios de infinitud,
pasean por su costado.
Su nombre es Jesús,
Nazareno enclavado,
al Árbol de la Luz,
el Hijo más amado.
Misericordia, oh Cristo,
fuente de la Verdad,
todo estaba previsto
y se ha cumplido ya.
Se pasaron de listos,
al quererte enclavar,
persiguiéndote sin motivo,
ni quererte dejar en paz.
No templen tambores,
no agiten cornetas,
pero suenan muñidores,
y cantos de saetas.
Callen los trovadores,
sus laudes o trompetas,
al Cristo de mis amores,
una cruz lo sujeta.
Silencio en la madrugada,
enmudezcan jaculatorias,
la noche está varada,
cual herrumbrosa noria.
Silencio madrugada,
Cristo de la Misericordia,
ha entregado su alma,
para llevarnos a la Gloria.
Sol dormido,
noche silente,
clavos fundidos,
fríos y dolientes.
Misterio asumido,
manantial efervescente,
velos descorridos,
impulsos de torrentes.
Buena Muerte
SANTÍSIMO CRISTO DE LA BUENA MUERTE
Reinan las sombras,
en el monte Calvario,
la pena es muy honda
y el dolor palmario,
clavos alfombran,
lienzos sudarios,
y el viento no ahorra,
su lúgubre salario.
Campa la muerte,
gimen los silencios,
un hombre está inerte,
crucificado y muerto,
todo es silente,
todo es desértico,
y nadie es indiferente,
contemplando su cuerpo,
Yerto y sangrante.
roto y martirizado,
y sin ser causante
del odio acumulado,
ni del modo denigrante
conque fue acusado,
por un mundo ignorante,
de que Él, era el esperado.
Es duro el madero,
triste y sombrío,
oscuro los cielos,
y secos los ríos,
han temblado los suelos,
y el aire se torna frío,
el viento es plañidero,
rugiendo a su albedrío.
Cristo de la Buena Muerte,
murmullan los vendavales,
y un crujir de dientes,
surgen de los eriales.
Un caudal creciente,
fluyen de manantiales,
mientras se ríe la gente,
con sus mofas infernales.
Espinas en su cabeza,
y herido el costado,
con pericia y destreza,
¡pero inútil, mal soldado!.
Su carne es pureza,
y su sangre ha derramado,
con tanta ligereza,
como el Padre ha necesitado.
Hermandad de los Judíos

PADRE JESÚS DE LAS CADENAS
Hierro han fundido,
para hacer una cadena
y el herrero ha sentido,
que sus manos le queman.
El metal derretido,
ha inflamado sus venas,
será que ha presentido,
la injusta condena.
Una columna de mármol
a ella un hombre encadenado,
doblado como árbol,
que el viento hubiera tronchado,
padeciendo los agravios,
de su cuerpo martirizado,
por aquellos viles sicarios,
que su espalda han azotado.
Jesús es ese hombre,
el llamado Nazareno,
aunque hay quien lo nombre,
por galileo o carpintero.
Pero nadie se asombre,
ni oiga al pregonero,
que de todos es el más pobre,
el más humilde y más bueno.
Cadenas en sus tobillos,
alguien le ha puesto,
un férreo cuchillo,
al Divino Maestro.
Golpea un martillo,
su sonido es duro y seco,
con un acerado anillo,
a Jesús lo hacen preso.
Templo mercedario,
en Vega Larga enclavado,
de blancos sudarios
y Cristo encadenado,
catedralicio y centenario,
de muros blanqueados,
pero, un lugar solidario,
con Jesús esclavizado.
Por judíos conocido,
el nombre de su Hermandad,
un altar preferido,
en la Iglesia Catedral.
Años transcurridos
y vivencias que contar,
un Cristo desfallecido,
vivo, y encadenado a un pedestal.
Cristo de Jerusalén

SANTO CRISTO DE J. Y BUEN VIAJE
Se ha culminado el ultraje,
el sol no luce ya,
es el fin de su linaje,
la luz no quiere brillar.
La muerte va al abordaje,
ahíta de vanidad,
Cristo del Buen Viaje,
su vida acaba de entregar.
Las sombras van creciendo,
aumentan su reinado,
al madero van envolviendo,
y también al sentenciado.
La tierra se está moviendo,
el viento es helado,
negro el firmamento
e inmóvil el crucificado.
Su cuerpo inerte,
el madero cobija,
sobre hierros yacente,
a la cruz lo fijan.
Pesado el ambiente,
vuelan las risas,
en murmullos de la gente,
que camina sin prisas.
La cruz es pequeña,
el lugar solitario,
la muerte va a la greña,
en túmulo solitario,
mostrando su huella,
en prieto sudario,
que el viento despliega,
a impulsos carcelarios.
Muere la tarde,
reina la oscuridad,
el fuego no arde,
pero ruge la tempestad.
La noche se abre,
secando al manantial,
su luna es cobarde,
y se acaba de ocultar.
Huecos sonidos,
el aire conlleva,
por un éter dormido,
sus ecos navegan,
campan perdidos,
en busca de estrellas,
lamentos y quejidos,
que del suelo despegan.
Jesús Nazareno

NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO
Por calle de la Amargura,
fluye la multitud,
observando a esa figura,
que camina con una cruz,
gritando procuran,
zaherir con acritud,
a la humilde criatura,
que camina con lasitud.
Lleva túnica morada
y dorado cordel,
y por la forma que anda,
sin calzado en los pies.
Espinas clavadas,
van lacerando su sien,
llevando colgada una medalla,
de Huelva parecer ser.
De ella es su Señor,
el Rey de la Humanidad,
el Nazareno que su amor,
derrocha en la madrugá.
Sus calles son un clamor,
sin poderle consolar,
ese inmenso dolor,
que refleja su mirar.
Marina, Concepción
o Tendaleras, que más da,
callado y sin objeción,
va mostrando su pesar.
Haciendo peregrinación,
en medio la tempestad,
de un gentío abrumador,
que dificulta su caminar.
Un hombre viene a ayudarle,
la cruz es muy pesada,
tanto han llegado ha azotarle,
que sus fuerzas están gastadas,
queman sus carnes,
de dolor las tiene lasas,
y sus labios se abren,
con una sensación amarga.
Pero continua caminando,
todo está por decidir,
su frente está sangrando,
y su dolor no tiene fin.
La gente le acompaña gritando,
queriendo verlo morir,
y le siguen azuzando,
para aumentar su sufrir.
Cristo de la Fe
SANTÍSIMO CRISTO DE LA FE
Ruge la tempestad,
huracanado es el viento,
el velo se acaba de rasgar,
y crujen los lamentos.
Reina la oscuridad,
se ha detenido el tiempo,
y Viaplana es un mar,
inundado de lamentos.
Ha muerto la fe,
riendo alguien grita,
en la Cruz está Él,
con su figura marchita,
la sangre moja su piel,
y nadie se la quita,
tiembla Jerusalén,
tu pena será infinita.
Hachones como lirios,
templan la soledad,
consumado el martirio,
Viaplana es catedral,
luminarias de cirios,
para túnica talar,
con fimbrias de vidrio,
en penitencia corporal.
Sedientas golondrinas,
sus picos han limpiado,
para quitarles las espinas,
al Hombre crucificado.
la noche se inclina,
el viento se ha calmado,
en la prieta colina,
la muerte ha ganado.
Madero de Fe,
madero siniestro,
árbol de Belén,
árbol del Maestro.
Torre de Babel,
pecado tan nuestro,
castillos de oropel,
Cristo ha muerto.
En la cruz se le ve,
roto y desangrado,
al Cristo de la Fe,
por un barrio desolado.
Mustie el desdén,
bórrese el nublado,
fría está la piel,
del Cordero degollado.
Sagrado Descendimiento

SAGRADO DESCENDIMIENTO DE CRISTO
Todo está preparado,
todos guardan silencio,
el lienzo desenrollado,
y la vasija de ungüentos.
Sus brazos desenclavados,
las espinas en el huerto,
y en el suelo los clavos,
que sus carnes han abierto.
Escaleras apoyadas,
en el patibulum de la cruz,
y en el suelo la mortaja,
para envolver a Jesús,
su cuerpo ya lo bajan,
alguien prende una luz,
que a las sombras desplazan,
con exasperante lentitud.
El cuerpo está inerte,
la cabeza inclinada,
la sujeta la muerte,
que está envalentonada,
con mano fuerte,
el cadáver agarra,
y en la cruz sostiene,
con siniestra carcajada.
Llanto y suspiros,
llevan los vientos,
con sueños dormidos
y ahora despiertos.
Lienzo han recogido,
para el descendimiento,
de un Cristo dormido
y vencedor de muertos.
El Verbo ha callado,
su voz se ha extinguido,
el Hombre ha suspirado
y al Sheol se ha ido,
sus muros ha derribado,
con su cuerpo descendido,
y las puertas ha sellado,
cuando los buenos han salido.
Sagrado Descendimiento
de Cristo Nuestro Señor,
impactante momento,
ante el Hijo de Dios.
Monte sangriento,
regueros de sol,
sudarios prietos,
cuajan el horror.

Cristo Yacente

SANTO ENTIERRO DE CRISTO
De la cruz desenclavado,
un cuerpo yace en el suelo,
antes fue crucificado,
y ahora espera su entierro.
Sangre le han quitado,
y unos clavos de hierro,
que sus carnes han sajado
y las venas le han abierto.
Ya amasan cristales,
en un crisol añejo,
que rompa opacidades,
e iluminen los senderos;
desmoronen umbrales,
y descubran señuelos,
que ha muerto el Cofrade,
que nos vino del Cielo.
Hoy se hace presente,
en urna acristalada,
cerúleo y yacente,
y con adormecida alma.
De modo irreverente,
fariseos exclaman:
engañaba a la gente,
que nada le importaban.
Sigue su recorrido,
en busca de la sepultura,
en piedra la han construido,
y nueva es su estructura.
A nadie ha acogido,
conservándose pura,
para que el Mesías prometido,
culminara su encarnadura.
A las afueras de Jerusalén
y dentro de un huerto,
con la luz del anochecer,
enterraron al Maestro,
cerrando tras de Él,
la puerta del templo,
una Ermita que lo es,
de la iglesia de San Pedro.
Su nombre Soledad,
pequeña y hermosa,
de blancura sin igual,
simétrica y luminosa.
Cobijo de una Hermandad,
emblemática y añosa,
y Huelva es la ciudad,
que la tiene orgullosa.
En Punta Umbría

SANTO CRISTO DEL MAR
El murmullo de las olas,
en la noche se ha calmado,
llorando va la Señora,
detrás del Crucificado.
Al ser las veintidós horas,
el Vía Crucis se ha iniciado,
desde el Templo de la Patrona,
que del Carmen es llamado.
Al Santo Cristo del Mar,
a sus pies le han puesto flores,
rojas por el sangrar,
de sus miembros salvadores.
Un poco más atrás,
María Santísima de los Dolores,
no cesa de llorar,
al cumplirse sus temores.
El océano calla,
la ría se desespera,
viendo a la Cofradía,
llamada: la marinera.
La oscuridad se fundía,
con barquitas y velas,
esperando el nuevo día,
de la Punta Umbría cofradiera.
El morado manto,
y la violeta saya,
no ocultan el espanto,
de un corazón que estalla.
El Hijo de su quebranto,
espinas lleva clavadas,
traspasado por tres clavos
y una horrible lanzada.
Aún resta el sufrimiento,
del despoje de sus andas,
porque la puerta del Templo,
no es demasiado ancha.
Casi a ras del suelo,
y con costaleros casi a gatas,
en pos de su madero,
Señora, entras en la iglesia abarrotada.
A esperar el Santo Quinario,
pero antes será el pregón,
que ojalá fuese a diario,
para mitigar tu dolor.
Sufriendo en el Calvario,
bajo la Cruz de tu amor,
como hojas del calendario,
clavadas en tu corazón.
En Higuera la Real (Badajoz)

A JESÚS DE LA HUMILDAD (HIGUERA LA REAL)
Azotado impunemente
como un fiero criminal,
espinas rompen su frente
desnudo ante la gente,
sobre un frío pedestal.
Siendo el Mesías Redentor,
y Rey de la Humanidad,
el Unigénito de Dios,
también Santo y Patrón.
de su Higuera la Real.
Templo de San Bartolomé,
lugar bello y sagrado,
para que vayamos a él,
implorando a Emmanuell,
el perdón de los pecados.
Nuestra Señora del Loreto,
Nuestra Señora del Socorro,
acuden hasta su templo,
para consolar al Maestro,
inmolado por nosotros.
Y la Virgen del Rosario,
Nuestra Señora también,
después de su novenario,
repicando su campanario,
de procesión va por Él.
Y con Jesús Nazareno,
la Virgen de los Dolores,
o clavado en un madero,
en su Soledad de acero,
al enterrarlo solo hombres.
Por Jesús Resucitado,
asiste al Santo Encuentro,
con un San Juan asombrado,
viendo tornarse a blanco,
esos sus vestidos negros.
Para San Isidro es honor,
festejar su romería,
romero por tradición,
homenajea a su Señor,
sentado en la piedra fría.
Esta es la fe de un pueblo,
llamado Higuera la Real,
que tiene grabado a fuego,
en los adentros del pecho,
a Jesús de la Humildad.
Tras la Resurrección
DISCÍPULOS DE EMAÚS
Los discípulos de Emaús,
le hablaron sin comprender,
que era quien en Jerusalén,
había muerto en una Cruz,
caminaban junto a Él,
sin saber que era Jesús,
el Hijo de la Luz,
al que habían visto fallecer.
Con cierto desasosiego,
le pidieron que se quedara,
y a comer les acompañara,
no sin un cierto recelo,
el pan que les entregara,
juntos lo comieron,
y entonces supieron,
que era Jesús quien les hablaba.
Bienaventurados los pobres
BIENAVENTURANZAS
En el Sermón de la montaña,
y por la multitud rodeado,
se escuchó el bienaventurado,
en las nueve bienaventuranzas.
En la cima estaba sentado,
ofreciendo la esperanza,
que a todos alcanza,
si de Dios son necesitados.
A pesar de tantos años,
sigue habiendo pobres,
sin que se sepan sus nombres,
sin importarnos sus daños,
y aunque mucho nos sobre,
nos mostramos como huraños,
y no como el ermitaño,
en la soledad de sus montes.
Echad las redes
MAR DE TIBERIADES
 Sobre las aguas camina,
del mar de Tiberiades,
calmando las tempestades,
de sus aguas marinas.
Llorando sus calamidades,
los apóstoles no adivinan,
que es la Gracia divina,
la que cruza sus soledades.
Pedro grita aterrado,
pero Jesús le llama,
es un volcán en llamas,
su corazón atribulado.
Maestro, exclama,
cuando junto a Él ha llegado,
sintiéndose aterrado,
porque las aguas se lo tragan.


Vía Crucis
1ª Estación: La Sentencia.
En pie y maniatado Jesús,
para escuchar su Sentencia,
sabiendo que será de cruz,
y que no tendrá clemencia.
La Hermandad de la "Salud",
reproduce esta secuencia,
con tanta similitud,
que nos llama a la clemencia.
Nuestra Señora de la Salud,
en su Presentación al Pueblo,
dolorida en su virtud,
piensa que es un mal sueño,
ya el cielo no es azul,
a su Hijo tienen preso,
a sabiendas de que es la Luz,
y Rey del Universo.
2ª Estación: Aceptación de la Cruz.
Ha cogido en sus manos,
el tenebroso madero,
rodeado de tiranos,
ruines y pendencieros.
Del Calvario sus hermanos,
de marrón sus nazarenos,
silenciosos y espartanos,
tras su Cristo Nazareno.
Son lágrimas de agonía,
de sus ojos regueros,
es el llanto de María,
Rocío y Esperanza de los cielos.
Cajón sin pedrerías,
en varales sin cimbreos,
que su dolor no permitía,
balanceo en sus costeros.
3ª Estación: Primera caída.
En el suelo está caído,
un día de primavera,
el peso lo ha vencido,
pero Él no se revela,
en el Huerto de los Olivos,
bajo luz de las estrellas,
entre discípulos dormidos,
que no sienten su aguda pena.
Nuestra Madre por sus Dolores
y Señora por su afirmación,
con argentino fulgores,
camina tras la Oración,
viendo los secos sudores,
estruendos de su Pasión,
con un rostro sin colores,
roto por la desesperación.
4ª Estación: Encuentro con la Madre.
De vuelta a caminar,
con su Madre se encuentra,
Ángeles la vienen a consolar,
y del Rosario a llevar la cuenta,
ahora no es Triunfal,
ni su Entrada ni la Cena,
y resuenan en la Catedral,
los hierros de sus Cadenas.
Y no se lo puede creer,
aunque se lo había dicho:
Madre llegarás a ver,
con una Cruz a tu Hijo,
entre insidias y desdén,
a pesar de ser yo Cristo,
pero cuando llegue a suceder,
recuerda, que mi Padre te lo dijo.
5ª Estación: El Cirineo le ayuda a llevar la Cruz.
Temiendo que no llegue,
por tanto sufrimiento,
buscan a quien le lleve
la Cruz, a Jesús el Nazareno,
clavándosele en sus sienes,
la Pasión del Prendimiento,
y esa Cruz con la que no puede,
aunque el Cirineo vaya muy lento.
Rota por la Amargura,
su Madre se queda inquieta,
viendo como su figura,
lleva la Cruz a cuesta.
En su Refugio hay negrura,
y en su Valle tristeza,
y en sus ojos de locura,
las lágrimas van impresas.
6ª Estación: Encuentro con la Verónica.
Con lienzo ha limpiado,
la Verónica su cara,
y en él se ha gravado,
la Pasión que soportara.
Por Herodes es despreciado,
cuando Caifás lo llevara,
con un rostro cansado,
en que la Humildad se reflejara.
Victoria de luna nueva,
polvorín de luna hermosa,
manantial de Nueva Eva,
son tus lágrimas dolorosas,
sobre la cara llevas,
un dolor que rebosa,
de Misericordia y pena,
poniéndotela más preciosa.
7ª Estación: Segunda caída.
Otra vez vuelve a caer,
del madero es su Cautivo,
aprisionándole la piel,
al tropezar en su camino,
ya es la segunda vez,
que son mudos testigos,
las piedras de Jerusalén,
sosteniendo al buen amigo.
Angustias y Mayor Dolor,
en la Madre que le sigue,
y a los cielos le pide,
que lo traten mejor,
su Aflicción es tan sublime,
y es tanto su temor,
que ofrece la Consolación,
en el Dulce Nombre que recibe.
8ª Estación: Encuentro con las Mujeres de Jerusalén.
Se encuentra con las mujeres,
sudando de Misericordia,
la Sangre de sus sienes,
es muestra de su concordia,
su Fe le sostiene,
a pesar de la euforia,
que en Jerusalén tienen,
los de esa horda acusatoria.
Implorando Caridad,
no pierde la Esperanza,
que su Patrocinio pueda evitar,
los rigores de la lanza,
aún no ha roto a llorar,
a pesar de que en lontananza,
el Calvario espera atrapar,
al Hijo de su templanza.
9ª Estación: Tercera caída.
Por última y tercera
vez, cae su Humanidad,
la Cruz tanto le lacera,
que ya no puede más,
Buena Muerte quisiera,
y Buen Viaje a su bondad,
pero no se desespera,
porque todo está por ganar.
Lágrimas para su Amor,
y para su Hijo sus Penas,
y el Santísimo dolor,
que le corroe las venas,
le sangra su corazón,
con la Cruz nazarena,
que lleva su Concepción,
por tan injusta condena.
10ª Estación Jesús es despojado de las vestiduras.
Para ejecutar la Sentencia,
sus hombros desnudan,
pero ante su presencia,
les socava la duda,
ello es la consecuencia,
de la Victoria que auguran,
viendo la indulgencia,
que emana de su figura.
Y la inmensa Paz,
que sus ojos desprenden,
los de su Madre igual,
y eso no lo comprenden.
Sus vestiduras van a sortear,
haber si la suerte,
sus vidas hace cambiar,
y no conocen su muerte.
11ª Estación: La Crucifixión.
Y llega la Crucifixión,
con ella en el suelo,
donde morirá el Dios verdadero,
donde ponen al Redentor,
clavándolo al pesado madero,
vendrá su Expiración,
y nuestra salvación,
por promesa de los cielos.
Calvario de María,
Dolores de la Señora,
su pecho gemía,
de manera atronadora,
tanto dolor sentía,
que al Padre le implora,
que no olvide el día,
en que la hizo Corredentora.
12ª Estación: La Exaltación de la Cruz.
Al cielo se levanta,
la Cruz del Perdón,
la Cruz que alcanza,
al mundo la Redención,
la muerte se atraganta,
por nuestra salvación,
y el grito de su garganta,
al llegar su Expiración.
Su Madre oye perdonar,
al Hijo crucificado,
y sus Dolores entregar,
a Ella glorificados,
al Padre y la Humanidad,
después de habernos dado,
el gran y nuevo manantial,
de un mundo por Él salvado.
13ª Estación: La Piedad.
En su costado la Lanzada,
produjo el derramamiento,
de Sangre y agua mezclada,
con la luz del firmamento.
Su figura es depositada,
tras su Descendimiento,
junto a una Madre angustiada,
y rota por el sufrimiento.
Angustias y desolación,
en su alma piadosa,
María tu Resignación,
cautiva por dolorosa,
puñales en tu corazón,
y lágrimas caudalosas,
empañan la visión,
de tu esencia virtuosa.
14ª Estación: El Entierro de Jesús.
Todo está consumado,
y preparado su Entierro,
y en brazos es llevado,
en busca de su destierro,
en un huerto es dejado,
en un sepulcro prieto,
del que saldrá resucitado,
librándonos del encierro.
Soledad de María,
María en su Soledad,
viendo como se perdía,
su Hijo en la oscuridad,
aún restan tres días,
para su llanto acabar,
y aunque la noche se reía,
el sol la haría callar.

1 comentario:

  1. Amor,cristo del amor

    Avenida Federico Molina ,ya son las cuatro .
    Ya se asoman una cruz de guía de madera
    y cientos de nazarenos andando,
    y tras ellos el Santísimo Cristo del Amor
    en su paso dorado .


    Marchas en el aire , pétalos volando,
    el Cristo del Amor ya va llegando.
    Huelva te espera y te sigue a su paso.


    Señor, bendito es el pan de tus manos
    y el vino de tu mesa.
    Cristo del Amor,
    Amor que nació de tu corazón
    para la salvación de las personas,
    personas que hoy a ti te rezan.


    Y si miras atrás verás a
    tu Santa Madre por ti llorando y rezando.


    Entre inciensos y aromas santos
    ya te despides hasta el próximo año.



    Ana Rocío Durán Pérez

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