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SI ERES AMANTE DE LA POESÍA EN ESTE LUGAR LA HALLARÁS EN TODAS LAS VERTIENTES QUE LA INSPIRACIÓN ME HA PERMITIDO.

A TI, MUJER

                                                                              
                                                   
    He querido con esta página, rendir mi modesto y pequeño homenaje a un ser excepcional, tantas veces vejado, vilipendiado e injustamente maltratado hasta las útlimas consecuencias, a pesar de, como poco, ser el cincuenta por ciento de la creación. Abnegado, trabajador, sostén y apoyo del otro cincuenta por ciento y, sin cuya inestimable colaboración, nada de los muchos logros del hombre hubieran sido posible, por ello doy gracias a Dios por haberte creado, ¡MUJER!.

                                            


      Y aunque sobrado sé, que mi torpe pluma y grafía nunca estará a la altura de tus merecimientos, me atrevo dedicarte humildemente  estos poemas.

A ti mujer
A TI MUJER
Eres tú mujer,
la reina de la creación,
aunque no lo quiera ver,
el que oye otra canción,
pero si esto llega a leer,
cambiaría de opinión,
pues lo que voy a poner,
me sale del corazón.
Dios creó a la flor,
para que fuese su esclava,
y le dio un corazón,
hermoso como la grana,
gentileza y candor,
y un rostro de hada,
un aspecto de primor,
que en el Edén guardaba.
Unos labios ensangrentados,
carnosos y sensuales,
unos dientes nacarados,
simétricos y originales,
unos ojos rasgados,
entre pestañas de mimbrales,
y un color sonrosado,
con frescor de manantiales.
Cabellos ensortijados,
rubios o morenos,
lacios o encarnados,
todos igual de bellos,
cortos o alargados,
según sus deseos,
como el trigal dorado,
ola noche de tan negros.
Mezcló alabastro y amapolas,
con jazmines y azucenas,
el candor de las olas 
y olor de la hierbabuena.
Con ello fraguó tu corona,
y los pétalos de primavera,
haciéndote reproductora,
y dueña de su sementera.
Te hizo tan hermosa,
que el crisol lo partió,
creó después a la rosa,
con la pasta que le sobró,
te hizo tan esplendorosa,
que la aurora de ti copió,
por eso digo esta cosa:
que del mundo, lo mejor.

EL PRIMER BESO
Embrujo de espliego y miel
fragancias de flor hermosa,
el sol brilla por doquier;
la luna está majestuosa.
El día espléndido es,
la noche recuerdos evoca
y el aire huele tan bien
que todo es color de rosa. 
Las niña que ya es mujer
viste diferente sus ropas
y lo mismo ocurre con él,
el niño piensa en novias.
Cupido tan certero fue
que su flecha muy gozosa,
traspasó a la vez:
al mocoso y la mocosa. 
Germinando así el amor
con la fuerza del huracán
y con mucho más ardor,
que el rayo en la tempestad.
Rompiéndoles el corazón
a los que solían jugar,
con muñecas de cartón
o, a batallas del lugar. 
Suspiros enamorados,
cuajados de sentimientos,
por el aire son llevados
desde los infantiles pechos.
Un rubor encarnado
reflejan sus rostros tiernos,
cogiditos de la mano,
tan alegres y contentos. 
La boca semicerrada,
más el candor de sus cuerpos,
son embrujos del alma,
con el gozo más intenso.
Las cinturas entrelazadas,
más los cálidos alientos,
les transportan a la nada,
cuando, se dan el primer beso. 


¿AMOR SECRETO?
Quisiera poseer
esos ojos almendrados,
y acariciar la piel
que el sueño me ha robado.
Y mitigar la sed
en el néctar de unos labios,
que impregnan mi padecer
con tantísimos agravios. 
¡Oh!, ingrata castigadora
de mis delirios fantasías,
cuánto maldigo la hora
en que mis ojos te veían.
¡Ay!, pena traidora
no arrases mi osadía,
que el alma me dislocas
de tanto estar dolorida. 
Cuando mis ojos no ven,
te veo con el alma,
mortificada por tu ser
que me corroe las entrañas.
Mas un fuego de oropel,
que me agobia hasta la calma,
de tantísimo padecer
y sufrir por esa cara. 
Con la que sonríes para él,
sin reparar en mi tortura,
que me produce un querer
con heridas sin suturas.
Deja a mi sangre correr,
por mis venas de amargura,
o, ¿es que acaso no ves,
que te quiero con locura. 
Pero, cuando me haya ido,
no te acuerdes de mí,
ya que sólo he sido
un suspiro en tu nariz.
Que tan sólo ha vivido,
queriendo contigo vivir,
y, si no lo he conseguido...
piensa: hoy, ya soy feliz.

CELOS INFUNDADOS
Puede que los celos
resulten ser una enfermedad,
eso dice al menos
quien los tiene que soportar.
El hombre más bueno,
puede mostrarse fatal,
si llega a los extremos,
de que no pueda dominar. 
La angustia febril,
de creer ser engañado,
por quien le dijo: ¡sí!,
con labios enamorados.
Sin pensar jamás oír,
insultos acerados,
del que se convirtió en vil,
sujeto crispado. 
Al dudar de la honradez,
de quien no da motivos,
sea hombre o mujer,
esposa o marido.
Qué llega a suceder,
para convertirse en desaprensivo,
dudando del querer,
de su mejor amigo. 
Celos es la palabra
que disfraza la miseria,
del que se vuelve majara,
porque su mente no es seria,
cometiendo burradas,
porque desprecia,
a la persona amada,
compañero o compañera. 
Llegando a destruir,
impunemente su hogar,
cayendo al fin,
en su inestable maldad.
Hasta puede ocurrir,
que la muerte haga su heredad,
luego se querrá morir,
cuando todo consumado está.

ESPERA AMOROSA
Ahora que lejos te hallas,
en ti estoy pensando,
porque tanto te estoy amando,
que el alma tengo embotada.
Mi corazón te está llamando,
al dolerme las entrañas,
por reflejarme en tu mirada
y tus labios me estén besando.


EN SU AGONÍA
En la cama tendida,
su cuerpo no descansa,
jirones de vida,
por los poros se le marchan.
Triste y contrita,
mantiene su añeja cara,
en la que vaga perdida,
y ausente la mirada.
Tan extrema es su delgadez,
como blanco los cabellos,
ocultando su padecer
y quejidos lastimeros.
Sin ganas de comer
o ingerir alimentos,
con los que mantener,
sus vitales más tiempo.
Pero, comprendiendo todo,
sabiendo lo que le pasa,
y que su tiempo es poco,
tan poco cual débil brasa.
Teniendo en los ojos,
un brillo que espanta,
al que mira ese rostro,
entre sábanas blancas.
La mente le desvaría,
en algunos momentos,
quizás por la agonía,
que afrenta su cuerpo.
Y cuenta los días,
que pasan muy lentos,
porque ella querría,
estar entre los muertos.
¡Mamá!, por qué te apagas,
al igual que una vela,
si desde tus entrañas
yo, ya te quisiera.
Doliéndome el alma,
verte de esa manera.
Dios mío, que no se vaya,
déjame estar a su vera.

MUJER BELLA
Desde que tu madre te parió
eres guapa entre las guapas,
si al lavarte utilizó
ungüentos y sábanas blancas.
De perfume escogió
esencias de albahaca,
mezclada con azúcar y limón,
menta y rocío del alba.
Para que aprendieras a caminar,
de encanto hizo un andador
y que tus primeros pasos
fueran sobre nubes de algodón.
Luego te llevó de la mano,
hasta el filo del malecón,
para que vieras los barcos,
salir a la puesta del sol.
A tus infantiles juegos,
muñeca hizo de corales,
para que al crecer tus cabellos,
tomaran sus tonalidades.
Chupete hizo de caramelo
y de orquídeas tus ansiedades,
y para el mimbre del cuerpo
susurros de los trigales.
La esbeltez de la caña
tomó para tu figura
y del manantial del agua,
lozanía y frescura.
Esculpiendo en tu cara,
colores de llena luna,
para darle templanza
al rubor de tu hermosura.
Antes he dicho su nombre,
lean esto muy bien,
que el mismo no se esconde
tras un mísero papel.
Pero, si preguntan responde:
ella es una gran mujer,
admiradora de un hombre
que yo, no digo quién es.

CANTAORA
Cuando canta una mujer,
en el cielo suenan campanas,
llegándose a estremecer,
si ella es mujer huelvana,
su pecho hace florecer,
al espliego y la mejorana,
porque su quejío es poder,
y su duende filigrana.
La prima y el bordón,
vibran por su garganta,
el baile guarda su voz,
y el fandango se agiganta,
el tronío es su emperador,
la majestad su constancia,
el sentimiento su amor,
y el saber su importancia.
Cuando la guitarra rasguea,
su melisma aparece,
y el aire saborea,
una belleza que le enaltece,
su dolor hermosea,
un cante que estremece,
que en ella gallardea,
y en su corazón guarece.
La mujer puede ofrecer,
belleza y simpatía,
pero si llega a tener,
al cante y su poesía,
hará palidecer,
la luz del mismo día,
por su inmenso saber,
rango y maestría.
Y hay que reconocer,
que por ella habla el poeta,
que su voz no es oropel,
es diamante cuando expresa,
su acierto y buen hacer,
por ello el duende confiesa,
que no se puede contener,
si es mujer la que interpreta.
Con esa dulzura en la voz,
y sus labios de enamorada,
cantando más y mejor,
a la noche y su alborada,
poniendo tanto corazón,
y voz tan aterciopelada,
que surge un resplandor,
en la oscuridad más cerrada.


EFLUVIOS DE CARIÑO
El viento cuando se aleja
lleva aromas de pinos,
o, el de esa princesa
que me alegró los caminos.
Porque al irse ella,
conocí los desatinos,
al impregnarse de pena
efluvios de los cariños.
Que desolados medran,
llorando igual que un niño,
porque se marchaba aquella
musa de poemas íntimos.
Muriendo por las huellas
de sus ojazos lindos,
donde el alma se serena
en el embozo de los mimos.
Pues el aire no esparce nada
y el alma triste se queda,
y la tarde es madrugada
con la aurora oscura y negra.
Y ya no vuelan las hadas,
y hasta la risa se congela,
en una boca que exclama:
tan sólo deseo verla.
Y recorrer veredas
y auscultar sensaciones,
cuando el pecho se llena
de negrísimos nubarrones.
¡Ay!, mi dulce doncella,
¡ay!, mi as de corazones,
por qué dejaste mi estela,
varada por los rincones.
¡Dios!, ¿qué hacer con la vida,
cuando mire en derredor,
y no pueda dar la bienvenida,
al encanto y al primor?.
De esa adorable chiquilla,
de esa ninfa del candor,
de esa mi adorada niña,
de ese jazmín en flor.


PRIMER BESO
Hay besos en la vida,
que dejan profunda huella,
sin que importen las medidas
de los labios que los dieran.
Uno me dio un buen día,
Aroa, mi dulce nieta,
y qué fuerza no tendría,
que el alma viró inquieta.
¿Quizás por inesperado
o, por su temprana edad?.
Mucho me lo he pensado
pero, no puedo explicar.
La dulzura de esos labios,
ese instante tan fugaz,
que aunque muy deseado,
alteróme el razonar.
Situaciones y momentos
en la vida nos asaltan,
con sus ayes y lamentos
que nos quiebran la garganta.
Rompiendo nuestros contentos,
por heridas sobre el alma,
que se arrostran en el tiempo,
por el dolor que nos causan.
Pero, ese primer beso,
con tanta fuerza se clava,
que onnibula al pensamiento,
con el ardor de la cara.
Incrustándose en el pecho,
cual brisa perfumada,
que vivifica lo yerto
con renovadas ansias.
De repetir el encuentro,
de tenerla junto a ti,
provocando el intento,
de volverse a repetir.
Y esos labios tiernos
carentes aún de carmín,
te rompan los adentros,
en instante tan feliz.


ELLA
Triste y solitario
caminaba por la vida,
pasado de años
y viejas heridas.
Resecos los labios,
faltos de las caricias
que nadie había dado
a un alma sencilla.
Mis pasos cansinos
llevaban a no sé dónde,
por esos caminos
que al amor esconde.
El duende Cupido
tal vez no conoce,
en donde vivo
o hasta mi nombre.
¡Oh!, terca fortuna,
¡oh!, capricho de suerte,
¿no tendré la ventura
antes de la muerte,
de perder la locura
que agarrótame la mente
y alguna criatura,
cerque mis vertientes?.
En el peor momento,
la brisa perfumada,
vino a mi encuentro
para inundarme el alma;
de un amor intenso,
de un fuego que abrasa,
al ver en sus ojos bellos
reflejarse mi cara.
Mis cansinos pasos
ya no tropiezan,
al caer en los brazos
de tan linda princesa.
Y el frío ocaso
de mi mente se aleja,
porque ahora abrazo,
amorosamente a Ella.


EL AMOR ES ENIGMA
El amor es palabra,
de tonos ambarinos,
frágil piragua,
de yodos coralinos,
colores de fragua,
en fuegos vespertinos,
cual vuelo de enaguas,
en ardores masculinos.
También es enigma,
oscuro y misterioso,
de mucho carisma,
débil y virtuoso.
Fangos de marismas,
lo tornan codicioso,
como si cruel sofisma,
lo volviera rencoroso.
Jugando al azar,
con tal o cuál paleto,
que lo intenta ignorar,
marcando su desprecio,
teniendo que pagar,
a veces alto precio,
sin poder evitar,
su laberinto estrecho.
Sus dos variantes
son: tristeza o alegría,
por eso es sangrante
o dulce melodía,
es opaco, electrizante,
poderoso en su fantasía,
inagotable caminante,
de noches y días.
Que es el gran desconocido,
nadie lo pone en duda,
hasta ahora no ha habido,
el mortal que descubra:
de dónde ha venido
o cuándo madura,
ni cuál es el guarismo,
de los años que dura.


SOLO HABLABA
Al pie de una sepultura,
un hombre solo hablaba,
vieja yasu encarnadura,
porquelos años le pesaban.
Con tristeza y amargura,
a una mujer llamaba,
que sobre lápida oscura
su nombre figuraba.
Los hombros tenía hundidos
y la cabeza inclinada,
como si férreo martillo
a ella golpeara.
Sostenía un anillo,
con manos crispadas,
mientras lanzaba un gemido,
que el viento se llevaba.
La muerte se reía
con siniestra carcajada,
porque la tumba contenía
los restos de su amada.
El hombre gemía,
sus ojos lloraban,
el dolor lo corroía,
recuerdos le torturaban.
De súbito echó a andar,
roto y apesadumbrado,
apenas podía caminar,
su aspecto era cansado.
Volvió la vista atrás,
quedóse quieto, varado,
sin quererse alejar,
de ese nicho cerrado.
Sus hombros soportaban,
el peso de la soledad,
y el de ese pasado,
imposible de borrar.
Pasó por mi lado,
dejando escapar,
un quejido entrecortado,
un susurro nada más.




ABYECTO CRIMINAL
De siempre el buen poeta
a la mujer ha venerado,
por su hermosura y belleza
cual jazmín inmaculado.
También entre acuarelas
el pintor la ha pintado,
pero vive con la pena
del machismo desaforado.
El hombre no nace criminal
ni tampoco delincuente,
entonces qué llega a pasar
en el interior de su mente.
Para que la llegue a matar,
feroz e impunemente,
sin tan siquiera valorar
que sin ella es indigente.
Primero le da la vida
tras gestarlo nueve meses,
luego lo educa y cría
y defiende hasta la muerte.
Más tarde también la dicha,
si hasta su cuerpo le ofrece,
sin exigirle premisas
o pensar si lo merece.
Y cuando menos lo espera
en aquel nido de amor,
sobre el mismo sobrevuela
el infamante bofetón.
Que sólo ahí no queda,
que aún falta lo peor,
como heridas y secuelas
tantas veces a traición.
En la calle una sirena,
sobre el aire un sentimiento,
médicos en la escalera
con la policía al acecho.
Una mujer yace muerta
en charco sanguinolento,
de noticias una muesca
y en él... ni os lo cuento.



ABUELOS Y NIETOS
Pocas veces la vida
ofrece la oportunidad,
que un poco de brisa
permita evocar.
Esa tierna vocecita
que decía: papá o mamá,
de un hijo o hijita,
que para el caso es igual.
Esa pequeña criatura
ya hombre o mujer
que en un mar de dudas
les vino a meter.
Al crecer las curvas
o nevárseles la sien,
de la fruta madura
que ya peina su vejez.
Y como cae la hoja,
se cayó el corazón,
en la habitación sola,
oscura y sin calor.
Que al marido y esposa,
le altera la razón,
al pensar que con otra
u otro, se marchó su amor.
Se suceden los días
e incluso los meses,
hasta que la noticia
casi los enloquece.
La cigüeña acudía,
al nido donde florece:
el niño o niña,
que al mundo trajese.
Y la hoja que caía,
al árbol se agarra,
porque el corazón latía,
de manera acalorada.
Cuando la hija paría,
o el hijo procreaba,
al bebé que nacía,
para alborotarle el alma.
El escuchar su llanto
con la tibieza del cuerpo,
provoca que el substrato
dormido, torne a despierto.
Y el pequeño vástago,
emulsione los adentros,
de unos ojos apagados,
que refulgen de contentos.
Floreciendo la primavera,
en los resecos prados,
de un corazón que se incendia,
al tenerlo en los brazos.
Porque el alma se embelesa
y el sol brilla muy alto,
al ver que se tambalea,
con sus primeros pasos.
Y camina junto a él
o junto a él camina,
notándose rejuvenecer,
cada vez que mira:
ese pequeñito ser,
esa criatura divina,
que Dios vino a traer
a su existencia cansina.
Y recordando la niñez
de los que padres son ahora,
se le eriza la piel,
por el ansia que provoca:
que los vio crecer,
como crece la aurora,
en un tiempo que se fue,
en un tiempo que añora.
Y, cuando menos lo espera,
cuando sueña despierto,
el alma se le aprieta
estallándole el pecho.
Con esas tiernas palabras
que lo dejan perplejo:
abuelo, abuela,
en la voz de sus nietos.


DECLARACIÓN DE AMOR
Pobre del hombre aquel
que vive enamorado,
sin esperanzas de obtener
el premio tan deseado;
de poderse ver,
en los ojos reflejados,
de esa linda mujer,
que a su alma ha cautivado.
Y contiene su excitación,
al estar cerca de ella,
y sufre por su amor,
sin que ésta se de cuenta,
disimulando su turbación,
o el que sus manos tiemblan
por la encendida pasión,
a que su pecho se enfrenta.
Careciendo de la esperanza,
de que ella le diga: sí,
y en sus noches no descansa,
al quererse morir.
Mirando la lontananza,
cuando el sol va a salir,
por si sus sombras desplazan,
cuando llegue a refulgir.
Sintiéndose poquita cosa,
para merecer su cariño:
ella es tan hermosa
y él más feo que Picio;
más alta que una diosa,
más suave que el armiño,
y nunca será su esposa,
ni de ella serán sus niños.
Un buen día se declara
y cuál no será su sorpresa,
porque ella lo abraza
y en los labios lo besa.
La preocupación se le pasa
y la felicidad lo apresa,
y su vida tanto cambia,
que del dolor ni se acuerda.


SE ENAMORARON DOS NIÑOS
Dos niños se enamoraron
al cruzarse sus destinos,
y sus manos entrelazaron
siguiendo mismo camino.
Con el tiempo se casaron,
luego tuvieron dos hijos,
y ellos también se casaron
al dejar de ser ya niños.
Y los jovencitos de antes,
ahora son mayores,
ya con sus achaques
y cosas aún peores,
vieron marcharse
el fruto de sus amores,
más o menos distantes,
al conocer otros amores.
Al principio eran dos
y ahora lo son también,
aunque el pelo encaneció,
tras arrugárseles la piel.
Un padre se marchó,
una madre se fue,
porque las agujas del reloj,
nadie las puede detener.
La familia aumentó,
el jardín vino a florecer,
son dos flores dos,
las que llegaron a nacer.
Pero en otro corredor,
ocurrió éste acontecer,
para restaurar la ilusión,
gastada por la vejez.
Pues el tiempo se llevó,
cual brillo del oropel,
esa vieja ilusión,
que ilusión tan sólo es.
Esto no necesita explicación,
es claro de comprender,
que el niño envejeció,
y la niña lo hizo con él.


ESENCIA DE GRAN MUJER
Que obras son amores
es refrán de por aquí,
aunque tenga detractores
que no piensen así.
Yo tengo mis razones,
para afirmar que sí
y tantas motivaciones,
que intentaré resumir.
La esencia de una mujer,
cabal dónde las haya,
aunque me falte saber,
para describiros su alma.
No por falta de interés,
sino por escasez de palabra,
mi mucha estupidez,
y mi mucha ignorancia.
De todos modos lo intentaré
y al menos me podré aproximar,
pues es sol que llega a aparecer
en medio de la oscuridad.
Y que madre es,
tan cierto es como real,
señora de cabeza a los pies
y pozo lleno de cordialidad.
La bondad la atesora,
al igual que la determinación,
siendo auspicio de la aurora,
donde brilla el astro sol.
Irreprensible esposa,
de tierno y gran corazón
y tan capaz y habilidosa,
que diría es una excepción.
Pero es una rosa sin espinas,
afable y cordial,
es río de agua cristalina
y brisa sobre el vendaval.
Creo que ya se imaginan
a quien os voy a nombrar,
tan sólo digo Cristina,
Cristina y nadie más.



EL HOMBRE Y SU MACHISMO
Es palabra muy frecuente,
si la que habla es la mujer,
que el machismo sea referente
en la locución de su ser,
resultando elocuente,
que agravios puede haber,
al llevar en su mente
con fijeza el acontecer.
Pues le sobran razones
para sentirse dolida,
porque muchos son los marrones
que se come en su vida,
ya que de infinitas situaciones
ha salido muy herida,
por tantas vejaciones
como lleva conocidas.
Y continúan sus agravios
según cuál su nacimiento,
recibiendo malos tratos,
lesiones y tormentos.
Viviendo su calvario
y golpes violentos,
siempre innecesarios
y con agresiones al respeto.
Que merece toda persona,
sea cual fuere su condición,
y si luce corona,
sea mujer o no.
Nadie merece la escoba,
si es por imposición,
ni el derecho que se irroga,
el altanero depravador.
El burka tiene muchas variantes,
independientemente de la afgana,
aunque el hombre lo disfrace
como a él le da la gana.
Aprende a ser caminante
en su edad más temprana,
mas se muere un ignorante,
pues jamás comprende nada.


MUJER MALTRATADA
En la más tierna pubertad,
los dos se conocieron,
aún tenían edad de jugar,
pero ya se prometieron.
Juntos fueron hasta el altar,
dónde el sí se dieron,
refrendando la felicidad,
del día que se conocieron,
jurándose fidelidad.
La vida de casados,
al principio fue maravillosa,
estaban tan enamorados,
que todo era color de rosa,
dos hijos engendraron,
en su vida venturosa,
pero los problemas comenzaron,
sin saber cómo fue la cosa.
Primero una bofetada,
seguida de la petición:
que por favor perdonara,
su instante de obcecación.
Ella enamorada,
en perdonar no vaciló,
creyendo no ser equivocada,
en tomar esa decisión,
porque él mucho la amaba,
como ya le demostró,
seguro que le pesaba,
la bofetada que le dio.
Pero de nuevo la golpeaba,
no una vez, sino dos,
y la pobre lloraba,
pero no reaccionó,
aunque sus hijos la miraban,
temblando por tanto horror.
Un día por fin,
reunió valor suficiente,
pues su rostro carmesí,
era ya lirio penitente,
sin saber dónde acudir,
informó a sus parientes,
pero fue la Guardia Civil,
la que instruyó el expediente,
debiendo para ello reunir,
pruebas fehacientes,
ya que no le bastó decir,
que tenía roto los dientes,
o tener que descubrir,
cardenales aún calientes,
para que el Juez dijera que sí,
a sus "presuntos accidentes".
La custodia de los hijos;
el destino de la vivienda;
esto el juez le dijo,
sin querer tener en cuenta:
el maltrato recibido,
por parte de su pareja,
ni el daño recibido
con los niños en su presencia.
Así, que todo quedó igual,
y ella guardó sus miedos,
el marido en libertad
y ella, sin conciliar el sueño.
Pasó lo que tuvo que pasar,
el hombre rompió su cuello,
y luego se quiso entregar,
cuando ya no había remedio.
Y ahora qué,
(habría que preguntar),
no se hace caso a la mujer,
cuando llega a denunciar,
las vejaciones que él,
le viene a causar,
sin que se pueda defender,
ni cuando la herida es mortal.
Un cadáver, otro más,
sólo ganan indiferencia,
en el que tiene que juzgar
y detener la incontinencia,
del que atesora maldad,
hasta castigar su descendencia,
así, a la mujer qué no le hará,
si no es más que una "pelleja",
que le viene a importunar,
con su inaguantable queja.
La sangre de esa mujer,
el suelo ha manchado,
su hijo la ha visto caer,
en un rincón acurrucado,
sin saber qué hacer,
se arrodilla a su lado,
sin poder comprender,
que sin madre se ha quedado,
y sin padre también,
pues este la ha matado.
El niño grita: ¡mamá!,
pero ésta no le oye,
sin dejar de alborotar,
cuando no le responde,
su cabeza hace girar,
llena de su sangre,
volviendo de nuevo a gritar:
¡madre, contéstame madre!.
¡Respóndeme, mamá!,
desesperado chilla,
mientras intenta limpiar,
la sangre con sus manitas,
el silencio es mortal,
cuando acerca su boquita,
intentando besar,
la frente de su madrecita.
Gritos y sirenas,
se oyen por doquier,
de pronto alguien llega,
intentándolo coger.
Quietecito se queda,
sin poderse mover,
pero al ver a su abuela,
se echa a correr.
Se recuesta en su hombro,
con los ojos cerrados,
sin salir de su asombro,
sin saber qué ha pasado,
su madre se va al hoyo
y él, ¿al orfanato?;
todo ocurrirá de otro modo,
por los abuelos será criado,
aunque su hogar se ha roto,
por el padre destrozado,
y él se queda solo,
aunque no abandonado.


MECHÓN DE CABELLOS
Un mechón de tus cabellos
es un libro conservé,
fue pasando el tiempo
y del mismo me olvidé.
Ahora que ya soy viejo
un buen día lo encontré
y un mar de recuerdos
acudieron en tropel.
Ante mis ojos cansinos
de piel lacerada,
en agudos espinos,
donde el alma tropezaba.
Por esos caminos
que mis pies ollaban,
recorriendo el destino
que Dios me reservaba.
Una lágrima furtiva
el rostro me mojó,
altanera y altiva
por el inmenso dolor:
de ver descoloridas
las páginas que cobijó,
el pelo de esa chiquilla
que me enseñó el amor.
A pesar de los años
sigue siendo negro,
brillante y lacio,
trémulo y bello.
Lo acerqué a los labios
y se estremeció mi cuerpo,
pensando que hogaño
se enredaba en mis dedos.
En las noches de pasión
de su desnudo cuerpo,
embriagado de un amor
cálido e inmenso.
De mi pobre corazón
se escapó un lamento,
cuando el libro se cerró,
con el mechón en sus adentros.


CUANDO MUERE EL AMOR
Cuando el amor se muere
ya nada es irreal
y el mundo vueltas no da,
alrededor del eje.
Pues la vida no es igual,
triste languidece,
y con nada fortalece
a las ansias de amar.
No acaloran las mejillas
el ardor de la pasión,
o estremece al corazón
un beso a hurtadillas.
No brilla la ilusión
en ojos de una chiquilla,
al fundirse la bombilla
que altera a su razón.
Y no refulgen chispitas
en ojos enamorados,
o la luna los invita
a besos y arrumacos.
Ni las estrellas replican
suspiros ilusionados,
de corazón que palpita
a impulsos desbocados.
A hielos se torna el fuego
en el agua de la fuente,
al despejarse los miedos
ocultos tras los velos
que taponan la corriente,
del líquido elemento
que a la sangre convierte,
en bastón del desespero.
Adormecida la espera,
embotados los sentidos,
la fría noche no vela
al solitario camino.
El deseo ya no desvela,
a las sábanas de lino
y es plana la escalera,
que conduce al olvido.



LA PRIMERA PATADA
Esa patada en el viente,
con qué ilusión es recibida,
anuncio es de bienvenida,
de una criatura inocente.
Que aún no está nacida,
ni nada contra corriente,
flotando únicamente,
en su calma protegida.
El hecho es esperado,
con nostalgia e ilusión,
recibido con emoción,
y felicidad celebrado.
Pues es producto del amor,
con el que ha sido engendrado,
ese pequeño "non nato",
primero en la sucesión.
Confirmando la esperanza,
con su vida naciente,
y de tiempos ausentes,
también por la añoranza.
Todo se vuelve diferente,
aún en ocasión de bonanza,
pues la inquietud alcanza,
hasta el momento presente.
Sus consecuencias no,
porque el golpe es suave,
un preludio de madre
¿y de buena gestación?.
El palpitar de la sangre,
acapara nuestra atención,
¡si en la puesta de sol,
el frío parece que arde!.
Un mar de pensamientos,
una cascada tumultuosa,
sobre la piel gozosa,
un arrullo en silencio.
La espera jubilosa,
un tierno encuentro,
¡qué ligero es el movimiento,
y su fuerza qué impetuosa!.


PIROPOS ENAMORADOS
Quisiera ser ese suelo
por donde tu cuerpo camina,
para absorber el aliento
que de tu boca trasmina.
En el mar de tus ojos
mi alma se quiere hundir,
para cuando seas polvo
con ellos se pueda ir.
Quisiera ser el fuego
que derrite a la nieve,
para decirte: te quiero
y beber de tus placeres.
Los perfumes de tu amor
embriagaron mis sentidos,
y desde entonces mi corazón
por el mundo vaga perdido.
Quisiera ser el aire
que acaricia tu pelo,
y en la boca quedarme
para decirte te quiero.
Del néctar de tus labios
yo quisiera beber,
y hacer un relicario
de tu cuerpo de mujer.
La sonrisa de tu cara
el alma me disloca,
y el corazón se arrebata
por un beso de tu boca.
Quisiera ser el champú,
que lava tus cabellos
y enredarme en tu virtud,
para subir hasta el cielo.


DIBUJAR AL SENTIMIENTO
Si al sentimiento
se le pudiera dibujar,
verano sería invierno
y la calma vendaval.
Esto lo digo por ser cierto,
pues púdelo contemplar,
en el fugaz momento,
de un presente destapar.
El rostro de la homenajeada,
alteróse por la emoción,
¿por qué no se lo esperaba
o por el pálpito del corazón?.
Mas, aunque su boca no dijo nada,
en sus ojos se reflejó,
una luz viva y clara,
con brillo de fascinación.
Al comprobar que era querida,
al ver que era apreciada,
en el momento de la despedida,
en esa hora tan aciaga.
A la que nos enfrenta la vida,
y que por mucho que sea esperada,
en la senda ya recorrida,
se nos hunde la mirada.
Tiempo que errante caminas
¡ay!, quién te pudiera sujetar,
y desbrozar las espinas,
que infringes con impunidad.
Y que provocan esas heridas,
imposibles de suturar,
porque al alma llevas prendida,
sin que ella, te lo pueda negociar.
Cuando a la vida despertamos,
qué lejos vemos la fecha,
por la que pasaremos y pasamos,
con mayor o menor cosecha.
Y no importa si erramos,
ni lo empinada que sea la cuesta,
que el horizonte esté lejano
o, que cerrada aún, se halle la puerta.


TE SIGO AMANDO
Un ya largo sendero
juntos hemos recorrido,
lleno de miel y romero
y socavones escondidos.
También de momentos buenos,
y otros que nos han herido,
hasta hacernos casi viejos,
por eso hoy, te digo.
Que te sigo deseando,
como la primera vez,
que te sigo amando,
incluso más que ayer.
Aunque parezca extraño,
esto tan verdad es,
que sigo igual que antaño,
sin conocer a otra mujer.
De lo que estoy orgulloso,
aunque no lo parezca,
que para mí lo más hermoso,
es que seas mi pareja.
O dicho de otro modo,
desde la mañana aquella,
que me reflejé en tus ojos,
donde mi alma quedó presa.
Voy a cumplir los sesenta
y no sé lo que viviré,
porque la vida es incierta
y esto sólo lo sabe Yavhé.
No presumo de poeta,
ni tampoco de saber,
tan sólo quiero que sepas
que yo, siempre te querré.
Y si lo escrito no te agrada,
rompe y tira este papel,
en el que he puesto el alma,
en unión de mi entender.
Pero me resta una palabra,
o quizás más de tres:
perdona si te desagradan,
que no volverá a suceder.


TU ESCLAVO ENAMORADO
Mi alma se me disloca,
cada vez que piensa en ti,
y hasta se quiere morir,
por un beso de tu boca.
Sin poderse dormir,
por esas ansias tan locas,
que tanto la desbocan
pensando no sean para mí.
Esos ojos almendrados,
ese néctar de tus labios,
ese hermoso relicario,
de tu pecho enamorado.
Esas cuentas de rosario,
en tus dientes nacarados,
y ese pelo ensortijado
que fundamentan su calvario.
Queriendo ser prisionero,
de esa tu dulce mirada,
de esa voz acaramelada,
cuando diga: te quiero.
Dame esa fruta granada,
dame esa miel de romero,
de ese tu amor sincero
que yo, muero por las ganas.


ZAFIO TRANSCRIBIR
Para hablar del amor
hay que ser muy sabio,
y morderse los labios,
hasta causarse dolor.
Y visitar a ese atrio
refugio de la ilusión,
llamado corazón
y granero de los agravios.
Pero, ¡ay!, pobre de mí,
qué tamaño atrevimiento,
con tan escaso conocimiento
qué puedo yo decir.
Si exiguo mi entendimiento
y zafio el escribir,
antes debería morir,
que causaros aburrimiento.
Pues cariño es amor
o tal vez fantasía,
gracia y simpatía,
más efluvios de pasión.
Y jamás alegoría,
o estúpida perfección,
que defecto mayor,
el alma lo ocultaría.
En la total ceguera
de seres enamorados,
esos que enlazan sus brazos,
cuando miran las estrellas.
Y navegan por esos lagos
prieto de sus quimeras,
y altares de belleza
para un beso emocionado.
Puede que sea así
o puede que no lo sea,
pero mi alma jadea,
con las ansias de vivir.
Cuando la noche piropea,
al oír decir sí,
a ese sol de abril,
que a la vida colorea.

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